Lunes 14 de diciembre de 2020: los amigos y enemigos de un escritor

¡Hola, Benjamín!

En tu última carta comentas el valor de una buena historia y también invitas a los correctores y correctoras, que revisan el trabajo de muchos escritores y escritoras, a jugar un papel de cribaje dentro del mercado independiente. Interesante propuesta. Aún limitándose a la revisión ortotipográfica de un texto, luego un comentario del tipo: «Recomendamos o no recomendamos la publicación de esta obra», sería muy honesto —aunque al mismo tiempo contraproducente, claro—. De todas formas, es casi seguro que no desmotivaría a nadie que está convencido de que su obra es buena.  Aunque quizá haría reflexionar a muchos escritores y les animaría a repasar lo que han hecho y a valorar si tienen una buena o mala historia y, sobre todo, si aporta algo al mercado editorial independiente. (Pocas cosas lo hacen, de todas formas. Puede que esté siendo muy negativo y gilipollas al decir esto).

Ese mercado independiente es complejísimo y tiene sus trampas. Esa libertad tan positiva a la hora de crear y de publicar lo que sea tiene su lado malo y no es otro que el de saturar las estanterías virtuales y no virtuales. Pero también, y es a lo que voy, entorpece también el aprendizaje y madurez crítica del propio escritor.

Una editorial que va a poner su dinero y esfuerzo en publicar tu novela es una barrera que obliga y anima a seguir escribiendo y aprendiendo. A analizar el por qué de tantas negativas. Un escritor que puede publicar cualquier cosa que escribe se pierde esa sensación tan bonita de sentirse frustrado y, al mismo tiempo, animado a continuar luchando.

Es cierto que en el tiempo que llevo en esto me he dado cuenta (y no hay que ser muy listo) de que en ocasiones (casi siempre) escribir bien no es tan valorado como escribir bien y además tener contactos o tener muchos seguidores en Instagram. En el mundo global en que las redes sociales son tan protagonistas en la promoción y venta de todo, ese es un factor determinante al que nos tenemos que rendir. Es más: alguien que tenga muchos seguidores y que escriba peor que alguien que tenga muy pocos seguidores y escriba mucho mejor tiene las de ganar. Es algo completamente comprensible, ¿no crees?

Entonces, ¿cómo vamos a decirle a alguien que no publique si no escribe tan bien como debería? Si su novela tiene una historia mal estructurada, si sus personajes son planos, si los diálogos son insulsos e irrelevantes, si su estilo es torpe, ¿eso significa que vaya a vender menos libros que otra persona que tiene una novela con una historia con gancho, mejores personajes, etc., etc.?

Hace poco releí un libro de Asimov que recoge una serie de ensayos suyos sobre la escritura y la ciencia ficción y en uno de los capítulos comenta que jamás le demos nuestra novela o cuento a un amigo y un familiar, puesto que esos amigos y familiares se limitarán a alabar lo bien que lo hacemos y no nos ayudarán en nada. Antes que eso recomendaba enviar a las revistas y esperar esas negativas que nos harían reflexionar sobre nuestros fallos y volver a escribir, escribir y escribir.

Hoy día eso no sirve para nada. Al contrario: Asimov aconsejaría tener el mayor número de amigos posible, cientos de miles, ¡millones!, porque entonces no importa tanto lo bien o mal que escribas. Solo tienes que escribir para gustarles a ellos.

Ese mundo ha cambiado.

Aunque, en realidad, no tanto para quienes buscan algo más que vender. Porque sigue habiendo editoriales y hoy más que nunca muchas oportunidades de publicar. Valoro el trabajo de las editoriales precisamente por eso. Lo cual no significa que siga pensando que la autoedición es otra puerta más y otro camino que ha dado y seguirá dando muchas alegrías a muchos escritores. Yo descubrí que la autoedición no es lo mío. Requiere de una presencia on-line que, aunque me beneficiaría de todas las maneras, parece que soy incapaz de dominar. Es mi punto débil. Mi asignatura pendiente. Ahora mismo eso debería ser un tema importante en todos los talleres de escritura: cómo aumentar tu presencia en internet y sacarle todo el jugo. Ahí lo dejo.

Digo también que el mundo de la escritura no ha cambiado tanto porque por suerte sigue habiendo editores que se han transmutado en esas figuras que ofrecen sus servicios literarios. Si ahora es poco probable que un editor de una revista o de una editorial te responda y te cuente los motivos por los cuales no va a publicarte, pero al mismo tiempo te anime a seguir y a mejorar, sí hay personas que, a cambio de una remuneración, pueden transformar tu novela.

Es esa figura del corrector, pero no solo ortotipográfico, sino el que hace un trabajo de revisión de estilo y te da consejos de incalculable valor. Estar abierto a eso es ser un escritor inteligente. Ese tipo de trabajo puede hacer que un escritor que tiene algo bueno entre manos termine ganando un premio.

También creo que cada vez son más importantes los talleres en ese papel de retroalimentación y mejora. Creo que tener un buen profesor que te guíe es una parte fundamental en el camino del escritor en algún momento de su vida. Además, ese tipo de entornos favorece las charlas entre los alumnos. Poner a disposición tu material a personas que van a leer tus historias con una mirada crítica es siempre bueno. No digo que todas las escuelas sean positivas, al igual que todos los correctores tampoco lo son para todos los escritores. Pero seguro que sirve y está sirviendo a muchos. Puede abrirles los ojos a la clase de escritor que son o quieren llegar a ser.

Yo he suplido eso con la lectura de medio centenar de manuales y ensayos que sigo releyendo cada poco y a los que voy sumando más. Mi formación ha sido lentísima y todavía continúa. Disfruto a mí manera de esa forma de instruirme y ejercitarme, aunque he perdido cientos o incluso miles de horas en tropiezos y callejones sin salida. Y sigo perdiendo el tiempo. Eso también forma parte de esta enseñanza tan particular y que tantas alegrías y muchas más decepciones trae.

En fin, creo que dentro de poco podré contar algo más de la tercera de mis novelas que verá la luz. Nunca le había dedicado tanto esfuerzo a la revisión de nada. A veces creí que enloquecía. Nunca he dudado tanto de mis posibilidades. Llegué a valorar la opción de decirle a la editorial que no la publicara. De rendirme. Creo que es la novela más compleja que he escrito (aunque la escribí hace muchos años) y de la que más satisfecho me siento. No sé si mi editora hará nuevos cambios, no sé tampoco cuál será la aceptación de los lectores una vez publicada, si se venderá más o menos, pero estoy contento y espero dar pronto las gracias a quienes han confiado en mí.

Tengo también otro proyecto, más extraño, más acorde a lo que soy ahora como escritor y lo que busco. A ver qué sucede con eso.

Está claro que no hay que desistir. A pesar de todo lo que eso implica.

Un abrazo, Benjamín. Espero tu siguiente carta con ganas.

Toni

Una respuesta a “Lunes 14 de diciembre de 2020: los amigos y enemigos de un escritor

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  1. ¡Hola, Toni!
    Lo primero, qué bien que trabajes en nuevos proyectos, y qué ganas de leer esa novela. Ya sabes que me encantan tus historias.
    Tocas muchos temas interesantes en esta carta, y algunos de ellos me tocan muy de cerca y los tengo muy frescos, porque precisamente durante estos meses de panmierda he explorado algo en lo que nunca había puesto demasiadas esperanzas: la formación a través de manuales y cursos de escritura. De hecho, formo parte del equipo de profes de Atrapavientos, y la experiencia, tanto de alumno como de docente, es espectacular.
    En la próxima carta hablaré de ello con detalle, pero avanzo que, en mi opinión, lo más enriquecedor, tal como comentas, es la posibilidad de compartir textos, inquietudes, dudas, etc., con otras personas abiertas a recibir opiniones constructivas.
    En cuanto al mercado editorial, independiente o no, se produce la misma trampa que en el mercado de cualquier tipo: la falsa sensación de que el éxito está al alcance de la mano. La existencia de una oferta tan inabarcable supone en sí misma una ausencia de filtro. Yo no considero que deba haber filtro alguno más allá de la autoexigencia de cada uno. Es decir, si las cosas funcionaran bien en el mundo, cada persona sería lo bastante responsable como para hacer lo que sea lo mejor posible y, por tanto, nadie pondría al alcance del público un libro caca. Pero como cambiar esa manera de funcionar tan desquiciante no está en nuestra mano, lo único que podemos hacer es responsabilizarnos de nuestras propias creaciones.
    Paro, que si no me quedo sin material para la carta.
    ¡Un abrazo!

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