El monstruo creativo II

Una de las mejores historias que escribí surgió de dos sesiones intensivas de escritura. Dos días nada más con unas doce horas de trabajo. Estaba desesperado y cansado de escribir cosas que no me apetecían, pero esta se desarrolló tan rápidamente que no me dio tiempo a pensarla demasiado.

2070211859_efaf777adf_zFotografía de Erwin Morales en Flickr

La lámpara comencé a escribirla con la idea tan simple de una mujer que dormía con su lámpara y le hacía el amor. Me pregunté los motivos por los que alguien podría hacer esto y lo escribí. A veces con ideas o imágenes como estas uno puede escribir 3.000 palabras o una pequeña novela de 40.000. Es lo que normalmente sucede. Pero también es cierto que otras muchas historias que he escrito de esta manera, llevado por el impulso, o se han quedado en el aire durante años o han sido historias flojas que me costó mucho concluir. Y tengo un buen puñado. Hace unos meses escribí 1.500 palabras en una sesión de 40 minutos. Me dejé llevar a partir de una idea que se me ocurrió al atardecer de un día de caminata. Esos cuarenta minutos me llevaron a una revisión de más de dos horas con un final diferente y, al final, obtuve una de las historias que marcará el tono y el estilo de una recopilación de relatos que espero pueda sacar pronto. Luego, ya he dicho más de una vez, a veces tardo en terminar alguna de mis historias incluso años. Creo que todo depende de si la idea precursora y el ambiente en que se desarrolla, el universo en que se plantó, en definitiva, tiene más o menos coherencia, es más o menos sólido, está más o menos bien construido, tiene más o menos obstáculos y éstos son más o menos difíciles de solventar.

No planificar me ha llevado a acumular mucho material en la mesa de trabajo. Tampoco es menos cierto que la gran mayoría de cosas que escribo surgen sin un plan predeterminado, pero siempre suelen partir de una idea desarrollada en varias líneas que he ido madurando durante meses.

Me debato, por lo tanto, entre estas dos formas de escribir: la espontaneidad y la maceración de la idea. Sin embargo, al final es el factor creativo subconsciente el que determina que una historia tome cuerpo sobre el papel. Y el subconsciente encuentra las preguntas antes de que uno se las formule: de encontrar o no las respuestas, se paralizará el proyecto o fluirá bajo los dedos. Supongo que la clave está en elevar el proceso subconsciente al consciente en la medida de lo posible, y eso se hace con la experiencia, con el trabajo.

Pero todo lo escrito anteriormente me lleva a la pregunta de quién escribe de verdad: si el escritor en sí o esa cosa que hay dentro de todos los escritores en realidad, ese monstruo multicéfalo y dodecápodo que rastrea y une cosas del mundo exterior que una mente en su sano juicio no haría o a lo que no vería necesidad de dedicar esfuerzo alguno. Quizá es que son una misma cosa, ¿no?

Es un tanto frustrante cuando se pretende controlar a ese monstruo, pero es mucho más gratificante cuando el monstruo se apodera de ti y te entrega una historia decente.

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2 comentarios sobre “El monstruo creativo II

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    1. ¡Gracais por el comentario! (Y disculpa que haya tardado tanto). No sabía que esta entrada estaba programada. Esas cosas que pasan. Pero me alegro de que te haya gustado el término. ¡Un abrazo! 🙂

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