Lunes, 27 de febrero de 2017: Ausencia de tiempo, ganas inquebrantables, libros tristes y tres preguntas al final.

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Los muchos libros (Jace.NL)

¡Hola, Benjamín!

Han pasado un mes y dos semanas desde tu última carta. Me parece más tiempo, porque llevaba días pensando en responderte y porque no he encontrado un hueco para hacerlo. Ahora los días transcurren a un ritmo diferente. Han cambiado bastantes cosas desde hace unos meses. Ya no dispongo de las horas necesarias que necesito para escribir de una manera, más o menos, seria. Ahora cuando me pongo a escribir me cuesta horrores y eso que decidí que ya no iba a obligarme a terminar ninguna historia y sólo escribiría aquello que me apeteciera en el momento. No iba a pensar ni siquiera si lo que estaba haciendo podía o no gustar. Escribiría por el placer de hacerlo. Me he quitado un peso de encima y, por otro lado, me ha liberado de esa obligación, de esa regularidad que considero necesaria si uno pretende llegar o mantener cierto nivel a la hora de escribir. Por una cosa y por otra, apenas escribo nada, pero tampoco tengo mucho tiempo de echarlo de menos.

Hago un cálculo rápido: ahora dedico una media de 5 horas diarias, incluyendo el viaje de ida y vuelta, a un curso de recepción hotelera, más unas diez horas semanales, incluyendo el viaje de ida y vuelta, a mi nuevo trabajo como ayudante en una librería (trabajo del que quiero hablarte con un poco más de detalle en esta misma carta). Eso significa que ya no dispongo de esas 35 horas de lunes a viernes para escribir. Y el tiempo que me queda, tengo que seguir dedicándolo a ciertas labores entre las que se encuentran hacer albóndigas con salsa de almendras y pasar el aspirador. Los fines de semana procuro desconectar, y si escribir es una de las mejores maneras que tenía de hacerlo, ahora a veces prefiero coger un libro y sentarme en el sofá antes que enfrentarme al “problema” de qué historia escribir, y la duda de si podré o no terminarla o si a la semana siguiente quedará olvidada entre el medio centenar que tengo pendientes. Tampoco debería preocuparme esto y, en realidad, el hecho de que no lo haga es lo que hace que, al final, no escriba.

Esto no quiere decir que haya dejado de escribir. No lo voy a hacer nunca. Ayer mismo releí una historia que terminé hace algo más de un mes. Me gustó bastante. Tenía sólo seis páginas. Encuentro en mis historias eso que no encuentro en otras muchas cosas que leo. Y probablemente sea el hecho de que me conozco muy bien como lector lo que obra la magia: escribo lo que realmente me gusta leer. Así que en una sesión de dos horas puedo escribir historias de menos de diez páginas. Eso es lo que me gustaría hacer en cuanto consiga encontrar la rutina necesaria.

Este es uno de los motivos por los que he tardado tanto en contestarte: antes, porque escribía demasiado; ahora, porque escribo demasiado poco. Pero, como dices en tu carta, también está el hecho de que nos hemos dicho mucho y conseguir decir algo novedoso es más complicado. Pero en realidad siguen sucediendo cosas a nuestro alrededor, así que siempre habrá algo nuevo que contarnos.

Si hago un repaso al tiempo que llevo escribiendo en este blog desde ese verano de 2013 y a lo que me motivó, puedo sentirme muy satisfecho porque he conseguido publicar en una editorial parte de los relatos que me animaron a abrirlo. Es un logro interesante. Obtuve, además, algunos premios finalistas en mi afán de asomar la cabeza y me permití resumir alguna de las ideas que iba encontrando en todos esos libros de teoría literaria que me dio por leer.

Ahora leo menos teoría literaria (aunque me sigue interesando mucho), no mando nada a ningún concurso de relatos y, de hecho, apenas escribo nada. Sin embargo, hace poco cobré el resultado de las ventas de mi primer libro en papel. No fueron muchos los libros vendidos ni tampoco el dinero cobrado, pero siento que he conseguido que se hagan las cosas bien. Y estoy muy contento de haber publicado con Ediciones Hidroavión. Podría haber promocionado más mi libro, algunas cosas podrían haber salido un poco mejor, pero no sería justo quejarme. Apostaron por mí siendo un completo desconocido y casi un centener y medio de compradores tienen mi libro en sus manos (un libro que, por otro lado, prometí enviarte y te sigo debiendo… Lo tengo en casa y te prometo que voy a intentar que llegue a tu hogar en las próximas semanas. Siento vergüenza por no haberlo hecho ya).

Lo último que he conseguido (aunque no tiene mucho que ver con este blog pero sí con mi amor por los libros) es trabajar en una librería. Ahora vendo más libros que nunca y estoy rodeado de más libros de los que nunca pensé. Mi libro se encuentra entre ellos, perdido entre toda esa masa, sin embargo un poco más visible que esos libros autoeditados en edición digital que tengo/tenemos en Amazon. Y aun así todos los días llegan paquetes cargados de libros en reposición y también novedades que no dejan de salir un día tras otro en los catálogos de las editoriales de siempre y de las nuevas editoriales que siguen floreciendo al mismo ritmo que otras muchas cierran.

(Supongo que cuando una nueva editorial abre piensa que algo mal habrán hecho aquellas que cierran. Supongo que piensan que ellos no van a caer en el mismo error. De hecho, algunas lo consiguen hacer mucho mejor. Y lo que yo considero que tiene que hacer una nueva editorial para sobrevivir es:

1) publicar títulos de calidad indiscutible*, 2) controlar el número de publicaciones y realizar tiradas limitadas, 3) ediciones de calidad, muy cuidadas y con un carácter muy personal, 4) tener una buena distribuidora a nivel nacional.

No he metido el tema de la promoción, pero me imagino que una labor buena en las redes, pero sobre todo a través de revistas especializadas, encontrando el hueco en algún reportaje de algún suplemento dominical y saliendo de vez en cuando en alguna entrevista tampoco hace mal y consolida la marca.)

Me encuentro con autores que se quejan (sin que esto de quejarse lo considere algo malo) de no vender libros porque ahora manda lo comercial y no se entiende su obra, y por otro lado autores que, siendo intencionadamente comerciales, apenas consiguen sobrevivir porque hay demasiados títulos comerciales con los que competir en el mercado y/o sus editoriales no les respaldan como tendrían que hacerlo. Luego hay autores como tú que publican por el placer de hacerlo, que creen en su obra y también que saben que el camino es largo, que aceptan la crítica como algo necesario y saben que todo esto es muy difícil.

Hace poco, no sé dónde, leí algo parecido a lo siguiente: «No se puede escribir para todo el mundo. Un escritor tiene que escribir para un solo lector, sea cual sea éste, pero tiene que tener muy claro para quién escribe». Es un buen consejo. Por un lado, uno no se agobia si recibe malas críticas de un tipo de lector concreto porque, sencillamente, no ese ese el lector al que va dirigido su trabajo. Por otro, nos impulsa a que, poco a poco, tome forma el escritor en el que queremos convertirnos.

Yo, si te soy sincero, no tengo la menor idea de qué tipo de escritor quiero ser. Creo que el lector al que me he dirigido siempre he sido yo. De hecho, no concibo que ningún escritor escriba para otro que no sea para él mismo. Y, entiéndeme, eso no quiere decir que uno sea un ególatra, ni mucho menos. Significa que cuando escribimos no tenemos a nadie más que a uno mismo planteando hacerlo de una forma y no de otra. No significa que luego lo que se escriba no tenga un tercer destinatario. Y en la madurez y exigencia de ese lector que llevamos dentro residirá la madurez y la exigencia de lo que terminemos escribiendo. Yo como lector leo de todo, aunque me gusta una manera concreta de escribir que cada vez voy conociendo mejor. Puede que me interesen unos temas más que otros, y es eso lo que tengo que ir afinando. Pero la variedad de géneros que me gustan me complica las cosas. Así que no me queda más que escribir un centenar de relatos más y averiguar entre ellos qué es lo que prefiero escribir. Cuanto más escriba mejor me conoceré como escritor.

Tengo ganas de que termines lo que se está convirtiendo en tu nueva novela. «Centrifugando recuerdos» va ya por su entrega XXII. No tengas dudas de que la leeré cuando llegue al final. La pasaré a mi libro electrónico y te haré llegar mis impresiones. Me alegra que hayas conseguido engancharte a una historia después de haber valorado otras opciones.

Yo, como te digo, tengo cada vez más claro que en esto de escribir uno no tiene que imponerse fechas ni pensar en nadie más que en uno mismo. Puede que a algunos autores les haya ayudado conocer el mercado y escribir lo que demanda el público, pero hay que estar hecho de una pasta especial o, simplemente, tener la suerte de escribir bien y además coincidir con los gustos de los que leen para vender como churros si, encima, una editorial confía en ti. Por eso, estamos muy acuerdo en que no hay nada más sensato que escribir lo que uno siente de verdad y disfrutar del proceso, sin esperar nada más. Por ello no hay nada mejor que vivir de otra cosa y dedicar nuestras horas libres, de una manera más o menos regular, a madurar como lectores y, en consecuencia, como escritores, analizando qué nos gusta, por qué nos gusta y cómo podemos aplicar todo eso en una historia que necesitamos contar.

Me ha gustado mucho eso que dices en tu anterior carta sobre «respetarse como lector». Es el primer paso para respetarse como escritor porque entiendo que uno exigirá a lo que escribe lo mismo que exige cuando lee un libro de otro autor. Y, como dice Isaac, es muy complicado que tanto un lector como un escritor termine de estar completo. Eso es lo verdaderamente maravilloso y estimulante de esto.

El año pasado se publicaron en España más de 80.000 libros y se dieron de alta una considerable cantidad de nuevas editoriales (más de 400, si no me equivoco). En la librería en la que trabajo como ayudante dos tardes por semana me encuentro con una pequenísima parte de esos libros. Muchos grandes autores están ocultos, casi invisibles tras otros grandes libros que apenas se ven. Las novedades aparecen y pronto dejan de serlo. Se acumulan en los rincones más oscuros y polvorientos los libros de autores independientes que llevaron sus libros hace años y se olvidaron de ellos. Los clásicos relucen entre todos, con nuevas ediciones ilustradas y muy cuidadas. A veces, aparece un autor de moda que ocupa un lugar destacable. En el caso de los autores independientes, portadas chillonas, papel brillante y errores gramaticales conviven junto a libros de diseño mucho más cuidado, a veces con más o menos calidad en su interior. Pero en todos ellos hay sueños depositados y, sobre todo, algo que se necesitó contar en un momento dado con más o menos acierto.

Hace unas semanas me dediqué a llamar a algunos de esos autores. La librería está haciendo espacio para nuevas secciones. Hay mucho acumulado en el primer piso. Hemos tirado cajas llenas de manuales ya desfasados, de pedagogía de los años ochenta, ensayos que han sido superados por nuevas investigaciones, libros con páginas amarilleadas que olían a huesos enterrados, lomos combados por el peso, páginas asomando como lenguas tísicas. Tocaba llamar a esos autores y decirles que era hora de que vinieran a recoger sus amados libros. De la mayoría no se había vendido un solo ejemplar. Desde el punto de vista del librero es complicado. El librero tiene una clientela habitual. De sus recomendaciones depende que un cliente regrese o no a pedir consejo. El librero tiene cierto prestigio. No puede recomendar un libro de un autor del que apenas sabe nada cuya portada es, además, un completo desacierto que perfora las córneas. Pero él se esfuerza. Lee parte del contenido y se hace una idea. Mantiene a los autores independientes que le gustan. De hecho, apuesta por las editoriales independientes y siempre dedica parte de su escaparate a una pequeña editorial.

Llamé a esos cuantos autores y les dije que estábamos haciendo espacio en la librería. No queríamos tirar esos libros a la basura. Algunos de esos libros llevaban allí más de cinco años. Les dije que lo sentía mucho, y que si querían podían pasarlos a recoger cuando pudieran. Todos me dieron las gracias. En una de esas llamadas, se puso al teléfono un hombre. Había publicado un libro de poemas pagando él mismo la edición y llevando ese libro a algunas librerías de Málaga (no sé si a algunas fuera de Málaga). Me dijo: «La poesía es lo que tiene. Nadie lee poesía». Le dije: «Además se publica demasiado. Se publicaron 80.000 libros el año pasado en España. ¿Cómo se puede luchar contra eso? La gente termina leyendo lo que más se promociona, lo que sale en la tele, ¿sabe? Y sí, además, la gente lee muy poca poesía». «Claro, claro», me dijo. Y continué: «Le he llamado porque no queríamos regalar los libros sin antes preguntarle si usted los quería. Tenemos tres ejemplares y, por desgracia, no se ha vendido ninguno». Y él me contestó: «Claro, claro. Gracias por llamarme. Si me lo permiten mis piernas, me pasaré por allí. Tengo 83 años».

83 años. Ese hombre tenía 83 años y había publicado su librito de poemas. La portada era horrible y el contenido regulero. Pero en ese libro había una enorme ilusión depositada y, seguro, ningún deseo de hacerse famoso ni de ganar dinero. Simplemente, la necesidad de que alguien le leyera.

Por eso a mí también me apena y me da un poco de rabia (repitiendo tus propias palabras) la existencia de esos crecientes cementerios de libros olvidados, la inmensa mayoría de ellos escritos por autores que probablemente nunca han tenido una necesidad real de sentirse escritores.

Cuando muchos de estas personas escriben lo hacen porque tienen la necesidad de ser leídos nada más. Lo que es mucho. Muchísimo. Es a lo que aspiramos. A ser leídos. No a ganar dinero. Y ahora, más que nunca, hay una enorme facilidad para poner unas palabras en una pantalla y empaquetarlas en un libro digital o pagar una cantidad determinada para darle forma física. No podemos culpar a nadie, aunque eso luego complique el camino a los escritores que aspiran a labrarse una carrera. En las librerías, al final, permanecen los clásicos, las novedades, los libros más comerciales, y en el caso de la librería en la que trabajo, el esfuerzo diario de un librero por encontrar joyas escondidas y seleccionar muy bien su stock, incluso asomándose al catálogo de pequeñas editoriales que cuidan muy bien su producto y publican autores olvidados con una calidad* indiscutible.

La verdad es que me gustan esos encuentros literarios a los que acudes. Es enriquecedor conocer otros puntos de vista y experiencias. Y, desde luego, cada vez estoy más convencido de que los contactos son algo importantísimo para abrirse camino en esto de escribir. Aunque, en muchas ocasiones, eso sea también complicado si tienes un producto de calidad y/o comercial que vender.

Yo tampoco creo que haya formulas mágicas, pero sí muchos libros que hablan sobre cómo escribir un buen libro o un buen guión cinematográfico y que pueden ser de ayuda para muchos escritores. Pero no creo en fórmulas mágicas, porque si las hubiera (y, la verdad, creo que las hay) tal vez esa fórmula no es la que nos hace disfrutar de lo que escribimos o no nos permite sacar lo máximo de nosotros mismos. Quizá hay que aprender esas fórmulas cuando comenzamos a descubrir los libros, cuando se fija aquello que nos hará desear escribir. Porque escribir creo que no es más que el deseo de recuperar esas sensaciones que sentimos cuando leímos por primera vez ese libro que nos gustó de verdad. Tal vez si estudiáramos entonces esas fórmulas, esos libros que teorizan sobre la creatividad y analizan las obras que tanto amamos, entonces seríamos capaces de comprendernos mejor como escritores o, incluso, olvidarnos de intentar serlo.

Y, sí, la suerte tiene un papel esencial en esto de escribir como en tantas otras cosas en la vida. Pero desde luego hay que luchar por convertirse en lo mejor que podemos ser para que esa suerte, cuando nos llegue, no nos pase de largo. Como dices: trabajo y calidad. Sin esto, la suerte no sirve de nada.

Respecto a los grandes premios, creo que son una forma de promocionar a autores ya consagrados y de cuadrar las cuentas. Luego hay otros premios que pueden servir para que un autor gane algo de dinero, pero en pocas ocasiones para que obtenga nada más. Es más, dejando de lado los premios, cualquiera de nosotros podría estar publicando en Random House Mondadori y ser sólo un volumen más o menos destacado de una colección en un estante junto con otros tantos miles de libros, muchos de ellos clásicos de la literatura universal.

Así que, Benjamín, disfruta escribiendo más que nunca, hazlo por el mero hecho de que lo necesitas, de que quieres contarle algo al mundo, de que quieres ser leído, y gánate el pan con un trabajo normal. Si alguna vez llegas a ser alguien, eso llegará sin que te des cuenta en el momento menos esperado. Y el camino probablemente habrá sido muy largo. Pero por lo menos te lo habrás pasado en grande. Y, entonces, acuérdate de los amigos. ¡Ja, ja, ja, ja!

Ahora te doy la razón más que nunca: la autoedición, y en concreto la digital, es una buena fórmula: no tiene gastos, es libre y te permite una buena difusión. Yo intentaré mover mi próxima recopilación por algunas editoriales (la mayoría independientes) cuando tenga algo bueno que enviar, pero si eso no sale, me limitaré a volcarlo todo en un libro digital para que, quien quiera, me lea. E intentaré olvidarme de ello y seguir escribiendo. Y que sea lo que Cthulu quiera.

Y antes de despedirme hasta la siguiente misiva me apetece hacerte algunas preguntas, para que de esta forma podamos ir resumiendo los conceptos e ideas que vamos lanzando por aquí:

  1. ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que comienza a escribir?
  2. ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que se plantea publicar su primer libro?
  3. Las pequeñas editoriales independientes se encuentran con un problema grave a la hora de distribuir sus libros. Esto ha llevado a que una emprendedora haya creado su propio servicio de distribución para las pequeñas editoriales independientes. ¿Crees que debería pasar lo mismo con los autores independientes?

Y creo que con estas tres preguntas caliento un poco el ambiente. Me ha gustado escribirte de nuevo y espero con muchas ganas leer tu próxima carta y tu próxima novela.

¡Un abrazo, amigo y compañero de aventuras literarias!

Toni.-

*eso de calidad ya lo hemos hablado muchas veces. En este caso, esas editoriales lo que hacen es, muchas veces, publicar libros que han obtenido éxito de ventas o han recibido premios prestigiosos en otros países y, por lo que sea, no han sido traducidos en España.

 

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3 comentarios sobre “Lunes, 27 de febrero de 2017: Ausencia de tiempo, ganas inquebrantables, libros tristes y tres preguntas al final.

Agrega el tuyo

  1. Qué bien empezar el lunes recibiendo tu carta. Me ha gustado mucho leerla, y estoy muy de acuerdo (como sucede a menudo) con la mayor parte de lo que dices.
    Yo también creo que uno debe escribir para sí mismo. Me parece obvio que si, como primer lector que somos de nuestra obra, no disfrutamos de su lectura, más vale hacer una hoguera con ella. El mundo está repleto de malos libros, o de libros sin alma, escritos de forma mecánica, como para contribuir a incrementar su número.
    Este camino sin fin atraviesa todo tipo de paisajes, también esas largas llanuras monótonas que acaban haciéndose tan aburridas, así que no necesariamente tiene por qué ser malo tomarse un descanso. Tú estás en ello, y además en un lugar en el que estás experimentando la aventura literaria/editorial desde el punto de vista del librero, que no es una mala cosa.
    Creo que en estos últimos años hemos hecho un curso acelerado e intensivo de escritores/editores/promotores/vendedores; hemos aprendido muchísimo, pero quizás, por lo menos en mi caso, tanta información, tantas experiencias, necesitan un tiempo para ser completamente asimiladas… Aunque al final la conclusión es muy sencilla: hay que disfrutar escribiendo y dejar todo lo demás en un segundo plano. Lo que tenga que llegar, llegará.
    Yo empiezo a trabajar el día 1 a jornada completa. Un contrato de seis meses, como periodista además (aunque no todavía en el proyecto que estoy tratando de sacar adelante), que va a venir de perlas a la economía familiar. Es decir, que tampoco voy a disponer de tiempo para escribir. Trataré de hacer hueco por las noches, un ratito antes de dormir. Creo que esa rutina temporal que me he logrado imponer con las entregas semanales de ‘Centrifugando recuerdos’ me ayudará a cumplir. Quizás a partir de ahora sean capítulos más breves, pero no voy a dejarlo. Quiero acabar esa novela, que ha logrado engancharme de la manera más inesperada, y luego ya veremos.
    Responderé a tus preguntas, desde luego. Supongo que lo haré en la próxima carta, que espero que no se demore demasiado.
    ¡Un abrazo!

    1. Pues me alegro mucho de ese trabajo. La economía manda y, por desgracia, la literatura no da para mucho pan, ni siquiera cuando se empiezan a vender un buen puñado de libros. Espero que nos podamos volver a encontrar pronto y comentemos qué tal nos van las cosas y, por lo menos en lo monetario, todo vaya muchísimo mejor. 🙂 ¡Un abrazo!

  2. Reblogueó esto en la recachay comentado:
    He recibido una larga y, como siempre, interesantísima carta de mi colega escritor Toni Cifuentes. Me pone deberes, que prometo completar en mi respuesta, y dice cosas tan sensatas como que «escribir creo que no es más que el deseo de recuperar esas sensaciones que sentimos cuando leímos por primera vez ese libro que nos gustó de verdad».
    Vale la pena leer sus reflexiones.

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