29 de marzo de 2016: sobre referentes, entrevistas imaginarias y Jimmys

RTL La línea

¡Hola, Benjamín!

Hemos hablado muchas veces sobre qué es un buen libro y qué no. Supongo que todo depende de quien seas: de la edad que tengas, de lo que hayas leído, de tus gustos, de tu entorno, del momento por el que estés pasando en tu vida, de tu formación académica. La valoración de un libro tendrá más o menos valor para otra persona dependiendo de si estamos o no en consonancia con quien nos da su opinión o a la que le damos nuestra opinión. TODAS las opiniones son válidas y respetables, aunque hay que hacerles caso o no dependiendo de lo que acabo de decir. Si alguien me dice que ese o cual libro es el mejor libro que ha leído, me gustaría saber quién es y cuántos y qué otros libros ha leído antes.

La cultura forma parte y se rige por el mercado y muchas veces lo bueno o lo malo parece que sólo depende de si vende más o menos. Por supuesto, esto no es así.

¿Qué es la calidad literaria? Un libro como «Viajes con Charley» responde a esa pregunta. Y no tengo duda de que para un escritor (para cualquier escritor) esos deberían ser los REFERENTES: libros como «Viajes con Charley» y otros muchos de otros grandes autores.

Cuando un escritor aspira a escribir como el best-seller de moda, en mi opinión está siguiendo un camino equivocado. Cuando ese escritor no aprecia a Chéjov, a Dickens, a Delibes, a Carver, a Cervantes, a Nabokov, a Steinbeck, le falta mucho por recorrer. Y eso no quiere decir que un amante de Proust no pueda terminar escribiendo una epopeya futurista plagada de muertos vivientes que se convierta en el libro del año, o que un fan de Andy Weir no pueda escribir una novela intimista deliciosa. Lo segundo me parece más complicado, es cierto; y lo primero creo que suele pasar bastante.

Pero no se trata de eso. Se trata de APRENDER, o de ser un genio que ha nacido con un don. Pero ser un genio sucede pocas veces. Para el resto de mortales-ilusos-escritores que queremos llegar a algo no nos queda más que leer a los buenos escritores y aprender de ellos y escribir y escribir y escribir, y para esto se necesita mucho tiempo.

Ayer leía el prólogo de Música para camaleones. Capote habla un poco sobre cómo comenzó a escribir.

«Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia ente escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte: es sutil, pero brutal. ¡Y después de aquello, cayó el látigo!».

Cuando relata todo ese proceso de aprendizaje dice, unas líneas más abajo:

«Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado (…). Hay que aprender tanto, y de tantas fuentes: no solo de los libros, sino de la música, de la pintura y hasta de la simple observación de todos los días».

Truman explica que a los siete años ya se sintió atrapado por la literatura y practicó y practicó. Hasta que en 1948, después de que aparecieran algunos de sus relatos en revistas como Story, The New Yorker o Harper’s, publicó su primera novela: Otras voces, otros ámbitos. Y me parece muy ilustrativo leerle decir cosas como:

«Otros rechazaron el libro como si fuera una rara casualidad: “Es sorprendente que alguien tan joven pueda escribir tan bien”. ¿Sorprendente? ¡Sólo había estado escribiendo día tras día durante catorce años!».

Truman_Capote_1924_1

Capote photographed by Carl Van Vechten, 1948

Pero somos así de engreídos (o ignorantes, o ambas cosas a la vez) y queremos alcanzar el éxito a las primeras de cambio. Somos así. Capote lo consiguió porque había trabajado y escrito mucho, y porque era Capote. Yo he sido también así. Sigo siéndolo. También he creído que mi primera novela era lo mejor, y también había escrito mucho aunque no lo suficiente, y ni mucho menos había aprendido lo necesario. El ego de cualquier escritor es grande y encima desvergonzado, si no ¿a santo de qué pensaríamos que lo que estamos escribiendo en nuestra soledad puede interesar a nadie? Sobre todo, cuando hay tantos libros buenos ahí afuera.

Por mucho que digamos que escribimos para nosotros, escribimos para ser leídos, claro, y para vender. Para que nos lean mucho. Para vender mucho. Para ganarnos la vida con esto. Soñamos despiertos. Contestamos preguntas imaginarias de entrevistadores imaginarios. Hablamos de nuestro próximo libro en programas de televisión. Pensamos que llegaremos lejos, muy lejos. Somos gente idiota, pero también valiente. Y eso me gusta. El problema es de dónde sacar todo ese tiempo necesario para aprender.

Siempre nos quedaremos a medias cuando intentamos ser como cualquier otro escritor al que admiramos. Como bien dices, apuntar al cielo es intentar llegar a lo más alto, aunque uno no llegue, aunque se quede a medias, tendrá su ojo puesto en lo que merece la pena imitar. Y un best-seller no es el mejor ejemplo a seguir en la mayoría de los casos.

Respecto al negocio centrado en los autores independientes, también hemos hablado mucho sobre este asunto.

Creo que es bueno que cada uno sepa por qué quiere publicar, cuáles son sus objetivos, y en consecuencia elegir un camino u otro. Es así de sencillo. No considero que un autor que ha sido publicado por una editorial (ya sea grande o pequeña) sea mejor que otro que decide hacerlo por su cuenta.

Pero de ahí a que alguien quiera que un libro mal escrito en todo su espectro sea publicado a toda costa por mero capricho, me parece una gilipollez. Y siento decirlo. ¿Qué aporta eso? Y aun comprendiendo que haya personas a quienes le hace ILUSIÓN, tampoco entiendo qué pinta una editorial detrás. Hay imprentas que por un buen precio pueden darle forma a tu monstruito. Yo les diría a estos escritores/as: «Haced eso, buscad una imprenta. Tendréis el control absoluto de vuestro libro. Y vuestros familiares y amigos os lo comprarán igual. A ellos les dará igual que no haya detrás un supuesto sello editorial o que esté lleno de faltas ortográficas e incongruencias, o que la portada tenga demasiado brillo y la foto sea muy grande y esté descuadrada, o la letra para el título no sea la mejor de las opciones. Son vuestros amigos y familiares, y os quieren: os comprarán el libro de cualquier forma. Eso sí, no sé si lo leerán. Pero os ahorraréis muchos disgustos y seréis más felices».

Puede que suene duro lo que digo, pero he recogido gatitos abandonados y los he llevado al veterinario, hace poco le compré una bolsa de comida a unos vagabundos, intento no pisar hormigas ni ningún otro insecto cuando voy por el campo, dono a ONG’s siempre que puedo y una vez fui voluntario en una campaña de recogida de alimentos. Es lo que pienso respecto a esto. Creo que siempre he sido muy claro. No creo que sea mala persona por decirlo.

Puede que detrás de esas editoriales «amigas de los escritores» haya grandes personas. ¡Claro que sí! Esas grandes personas necesitan comer y para ellos esto es un negocio, igual que una charcutería, igual que cualquier otra editorial. Para su modo de negocio, sería absurdo que dijeran no a alguien si de eso depende comprarle otro potito de pollo con verduras a Jimmy. Ya es difícil que una editorial nueva que arriesga su dinero apostando por un autor pueda subsistir más de cinco años, ¿vamos a ponernos escrupulosos? Hacer que Jimmy pase hambre está MAL. Jimmy tiene que comer. Jimmy llora todas las noches. Pero ESO es lo hacen las editoriales de VERDAD. ES su TRABAJO. Arriesgan la salud de Jimmy. De su criterio (y de una buena e ingeniosa mercadotecnia también) dependerá de que se mantengan mejor o peor y de que su Jimmy crezca sano y fuerte o se muera antes de cumplir el año. El resto de “editoriales” se están «aprovechando» en cierta forma de los escritores ilusionados e ilusos. Quieren darle a Jimmy su potito y no les importa si el escritor vende más o menos. El escritor que pone pasta por intentar vender su libro pagando a una editorial ya sea en el modo co-edición, ya sea comprometiéndose con la venta/compra de un número determinado de libros, ya sea incluso después de haber pasado por un bonito servicio de corrección y maquetación a un “precio muy competitivo”, me parece que se equivoca. Nosotros los escritores de ego gordo somos su fuente de ingresos. Jimmy sigue llorando y ellos quieren que coma todos los días. Vamos, Jimmy, otra cucharada más.

Para un escritor lo importante NO es vender, lo importante es que te LEAN y deseen seguir haciéndolo. ESO es lo que nos debe interesar de verdad. Por supuesto si nos lee mucha gente lo más probable es que nos paguen tarde o temprano por ello, más o menos. Pero lo que queremos es que se nos lean y que a la gente le mole lo que escribimos y nos digan que somos los mejores, que escribimos mejor que Steinbeck, que Poe, que Truman Capote.

¿Hasta dónde podemos llegar, amigo Benjamín, nosotros? Pues dependerá del esfuerzo que pongamos, del tiempo que tengamos, de las ganas y el interés por mejorar, de nuestro sentido crítico, de las metas (realistas o no), de lo idiotas y valientes que seamos, y por supuesto de lo que leamos y aprendamos de esos libros, de los buenos libros y de los malos libros también, de pensar en quienes somos, de la suerte, de yo qué sé, de todo eso. Hay muchas cosas que nos permitirán alcanzar nuestros objetivos (o no), pero desde luego hay que ser honestos y disfrutar.

Supongo que por decir según qué cosas me gano más enemigos que amigos, pero siempre he considerado que decir la verdad ayuda más que una mentira piadosa en según qué situaciones. Y la literatura es una de esas cosas en las que no suelo morderme la lengua porque respeto mucho a los autores y a los libros que escriben esos mismos autores. Porque sé todo lo que cuesta. Aprecio también que alguien me diga que tal o cual cosa no le gusta, y mucho más que me expliquen cómo podría hacerlo mejor. He tenido que hacerlo (y sigo haciéndolo) solo, y creo que no hay otra forma mejor de aprender que tropezar con una piedra tras otra y romperse los huesos y abrirse las carnes, pero nunca está de más que alguien te advierta de cosas e intente echarte una mano. Por eso he leído tantos manuales sobre cómo escribir y, por supuesto, seguiré haciéndolo (aunque cada vez me aburran más). No pararé hasta que me sienta plenamente satisfecho con cada cosa que escriba y sé que la mayoría de las veces no será así. Es la salsa de todo esto. Es el látigo del que hablaba Capote. Tal vez me retire cuando encuentre un trabajo «serio», pero eso sería otra historia, ¿no?

Me alegra ver que surgen proyectos de la mano de escritores como Ramón Betancor, que intentan abrir un camino, ayudar a nuevos escritores a asomar la cabeza, hablar de lo que se está haciendo más allá de los grandes sellos y escaparates de las grandes superficies comerciales. Aunque arriba también está la clave de la buena literatura, la mayor parte ha surgido de abajo y si no se ayuda a los que vienen, el futuro literario será muy triste.

Espero que podamos vernos pronto, sí. Me quedé con ganas charlar contigo en persona. Pude ver en Barcelona a amigos de juventud y recuperar el contacto con otros que siempre han estado ahí. Han pasado muchos días ya desde que regresé. Pasé unas jornadas estupendas con la familia, y eso que mi hernia discal me estaba (y sigue) dando por saco. Nos veremos y hablaremos de estas cosas y de muchas otras la próxima vez. No sabemos hasta dónde vamos a llegar, pero como siempre hemos dicho, lo importante es disfrutar del camino. Desde luego, ganas le estamos poniendo, y muchas.

Revista Tales 2
Número 2 de TALES

Y, bueno, respecto a mis últimos días (dejando de lado mi experiencia en la RTL de La Línea) puedo hablar de la revista TALES que ha publicado un relato mío en muy buena compañía. Una revista bien maquetada que publica relatos con una distribución nacional es un logro bonito para mí, más cuando siempre he envidiado aquellas publicaciones estadounidenses que fueron cuna de muchos grandes escritores. Me gusta que en el mercado haya una revista así, aunque no sé cuánto tiempo aguantará. Ojalá que mucho y sirva para dar a conocer relatos de muchos autores desconocidos y sea el escaparate también que muchos necesitamos para llamar la atención.

Antes de Semana Santa también tuve la suerte de hacer un curso de guion con Diego San José, guionista de Pagafantas, Ocho apellidos vascos, de Vaya Semanita. Ha sido un curso interesante, intensivo, que ha tocado en el hueso de cuestiones a las que llevaba tiempo dándole vueltas. Creo que ha conseguido abrirme los ojos. Esas 16 horas de taller me han dado algunas pautas que espero poner a prueba estos días. Tengo muchas ganas de ver el resultado. Tengo muchas ideas y muchas ganas de escribirlas. Voy a estar ausente un par de meses.

Espero leer pronto tu próxima carta y que me cuentes todas esas cosas buenas en las que andas metido. Me alegra mucho saber que vas a sacar la pequeña novelita de Lázaro por entregas. Es un buen producto y creo que puedes llegar a un público grande sacándola también en digital. Enhorabuena otra vez (nunca es suficiente) por el éxito de La cooperante. Estas cosas son las que motivan a uno a seguir escribiendo. Le dan un poco de sentido a todo. 🙂

Hasta la próxima. ¡Un abrazo, Benjamín!

Toni.-

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10 comentarios sobre “29 de marzo de 2016: sobre referentes, entrevistas imaginarias y Jimmys

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  1. Me causa conflicto ésta carta tuya.
    Que al principio cites a Capote, que hablaba de arte, y al final elogies a Benjamín por tener un buen «producto», con las connotaciones que se carga esa palabra. Creación, obra, historia, novela; cualquiera le quedaría mejor. Y yo sé, por lo que dices después (medios de distribución) que lo dices con plena intención de que a fin de cuentas es algo que se comercializa. Ojo, no soy iluso así que definitivamente sé que el libro como objeto es un bien de consumo pero verlo así, conviviendo tan alegremente en un texto en el que hablas de escribir por vocación a escribir, como la de los grandes… no deja de parecerme chocante mezclarlo.
    Otro asunto que me chirría un poco es que cites a Capote y luego hables de manuales para escribir mejor. Me recuerda a Eduardo Antonio Parra. Es considerado de los mejores (vivos) de México, y escribe muy, muy bien. Pero si lo lees, y lo lees con cuidado, es la misma voz de Juan Rulfo, como una copia, un plagio. Y lo reconocen como heredero de su estilo pero yo ya sólo puedo ver alguien que prefirió aprender a escribir bien que hacer arte, porque si hoy alguien pinta un Van Gogh nadie diría que están haciendo arte. Es sólo un ejercicio técnico, un tomar prestada una visión que no es propia. Así que definitivamente escribir «bien», o lo que se entiende por bien en la escritura moderna, no es para nada parecido a hacer arte. A trasmitir una visión única, a perfeccionar esa visión, a integrar el fondo, la forma, el estilo, para transmitir eso que sólo uno y nadie más puede decir del modo en que uno lo diría.
    Se me ocurren más cosas que decir, pero ando enfermo y creo que le hará bien a mi salud que me vaya a dormir en lugar de estar en el blog.
    Les envío a los dos un saludo caluroso y espero sigan con el esmero que tienen hasta hoy en esto de la escritura.
    Porque sí: escribir y hacer literatura nunca ha sido lo mismo y creo que los tres aspiramos a lo segundo.

  2. Yo siempre he tenido mis dudas de qué es el arte y qué es producto. Por ejemplo, si alguien construye una silla con sus propias manos y dedica meses a ello y el resultado tiene una calidad excepcional, nunca vista antes, supongo que todos entendemos que ESO es arte. Pero si Ikea le compra el modelo al artista y lo comercializa, entendemos que se transforma en producto.

    De cualquier forma, nada mejor como los diccionarios para definir qué es ARTE. La Wikipedia dice:

    “El arte (del latín ars, artis, y este del griego τέχνη téchnē)1 es entendido generalmente como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad estética y también comunicativa, mediante la cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, a través de diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros, corporales y mixtos”.
    En esta definición aparece “producto”. Y fíjate que también aparece «téchnē» en su origen griego.

    La RAE lo define, en su segunda acepción:
    “Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.

    Aquí parece no haber ninguna diferencia entre ARTE y PRODUCTO, pero aparece lo real plasmado, es decir: producto u objeto.

    Supongo que el arte es una percepción, tal y como solemos entenderlo y me sugieres, más íntima. Es una búsqueda. Pretendemos hacer arte cuando no buscamos sacar un mayor provecho que esa expresión de emociones y esa visión del mundo.
    Quizá Capote buscaba hacer ARTE, pero un autor cuyos referentes e intenciones se nutrían del periodismo, no podía ser más “comercial”. O eso pienso. El arte de Capote consistió en crear un estilo novedoso. Para él la literatura era una búsqueda, un proceso de investigación. Capote dice:

    “Concebí toda la aventura (se refiere a la novela Porgy and Bess) como una breve «novela real» cómica: la primera. Unos años antes, Lillian Ross había publicado Picture, su versión sobre la realización de una película, The Red Badge of Courage; con sus cortes rápidos, sus saltos hacia adelante y hacia atrás, también era como una película y, mientras la leía, me pregunte que habría pasado si la autora hubiese prescindido de su rígida disciplina lineal al recoger los hechos de modo estricto y hubiera manejado su material como si se tratara de ficción: ¿habría ganado el libro, o habría perdido? Decidí que, si se presentaba el tema apropiado, me gustaría intentarlo: Porgy and Bess y Rusia en lo más crudo de su invierno parecía ser el tema adecuado.”

    En ese “nunca visto antes”, ese primero, parece ser la clave de lo que es el ARTE, ¿no? Y tal vez lo sea, pero desde luego no surge de la nada, bebe de influencias y de un estudio de lo que ya hay. De un despliegue (una búsqueda) de técnica hacia una indagación interior que puede ser novedosa o terminar convirtiéndote en un autor “que se parece a otro”. Yo no me preocuparía (u obsesionaría) con ser novedoso; me preocuparía de ser honesto con uno mismo.

    Porque ¿cuántos de nosotros somos capaces de crear algo novedoso? Y ¿cuántos lo han creado pero ha quedado en el completo olvido porque el mercado no lo ha convertido en producto? Yo no quiero ser un autor novedoso que muera de hambre. Podría serlo si mi necesidad residiera en esa búsqueda. Tendría un problema, al igual que Van Gogh, que creó algo nunca antes visto y se pegó un tiro desesperado. Tampoco me obsesionaría con buscar el éxito, desde luego. Simplemente hay que buscar el propio camino. Y supongo que eso ya de por sí es muy difícil.

    Ese arte para la autocomplacencia, desde luego, ahora mismo no es lo mío, aunque tenga mucho de autocomplaciente, claro. Yo busco, como digo, que me lea mucha gente. Y mi búsqueda se limita a escribir bien, que ya me cuesta horrores, pero para que disfruten leyéndome el mayor número de personas.

    Puede que me esté vendiendo al mercado. Sí. La segunda, o tercera, o cuarta parte de mi camino como escritor, esa búsqueda del arte, la dejo para un futuro que ahora mismo no sé dónde se encuentra.

    En cuanto a los manuales, una novela que se toma, que se analiza para comprender cómo escribe ese autor que nos gusta, se convierte en un manual. Y acabo de decir que Capote investigó mucho y dudo que no fuera analizando su propia escritura comparándola con otros textos de autores que admiró (aunque él decía que toda literatura posterior a los años 20 del S. XX no le gustaba).

    Nunca he tenido problemas con los manuales, muchos son de autores consagrados que resumen su conocimiento. Nunca he entendido qué problema hay en escuchar a los que saben y luego tomar lo que pueda servirnos. Es cierto que podemos indagar en sus libros, pero me parece un complemento perfecto entender sus motivos y “trucos”.

    Y hablas de técnica de modo despectivo cuando, por ejemplo, Capote era pura técnica incluso en ese sentido artístico. La técnica le convirtió en ese autor admirado y único. La técnica es el mecanismo que tenemos para alcanzar el arte.

    Y es curioso que Eduardo Antonio Parra (que no conocía, ¡gracias por hablarme de él) sea ese autor referente que ha conseguido “imitar” a Rulfo sea el más elogiado. Parece que es fácil escribir como Rulfo. ¿Cuántos lo hacen? Yo no creo que sea tan fácil. Y si la búsqueda de tu camino como autor te lleva a ser como otro autor ya existente y considerado como uno de los mejores, ¿acaso no puedes ser entonces un artista? ¿Cuántos autores hay, cuántos estilos, cuántas formas de interpretar la realidad?

    La mayoría tenemos una visión única del mundo. Creo que en esa sensibilidad está el arte del que tú hablas. Por eso me da igual que se utilice un modo de expresar ese mundo interior (y exterior) parecidas (o iguales) al de otro autor. Lo que le hará único residirá en esa interpretación de la realidad (interior y exterior). Yo me alegro de encontrarme autores que se parecen a otros autores que me gustan en cuanto a la técnica porque tienen cosas distintas que contarme, su visión del mundo es diferente, y en eso reside mi interés por ellos.

    En realidad, me doy cuenta de que estamos muy de acuerdo, pero ya he soltado todo este rollo, así que aquí lo dejo. 😉

    Desde luego la aspiración de todo autor creo que es ser capaz de expresar de la mejor forma su universo interior y esa visión del mundo. Es lo que has dicho:

    “A trasmitir una visión única, a perfeccionar esa visión, a integrar el fondo, la forma, el estilo, para transmitir eso que sólo uno y nadie más puede decir del modo en que uno lo diría.”

    Sólo que yo “único” lo metería en el saco de lo artístico y el resto en el saco de escribir “simplemente” bien. Pero no me obsesionaría con lo único, porque único ya es el modo en que cada uno ve el mundo.

    Así que cuando he dicho que Benjamín tenía «un buen producto» le estaba diciendo que tenía algo entre manos bien escrito y, sí, con posibilidades de que sea comprado (y leído) por mucha gente, lo cual creo que es su objetivo. Lo cual, después de todo, también es el mío.

    Muchas gracias por comentar. Creo que me ha salido una respuesta muy larga para terminar diciendo que estamos de acuerdo y que cuando le decía a Benjamín que tenía un producto estaba diciéndole algo bueno. 🙂

    ¡Un abrazo! Y espero que te recuperes pronto.

  3. El debate sobre lo comercial y lo artístico me aburre bastante, lo reconozco. Yo jamás escribiría con la intención exclusiva de convertirme en best-seller (entre otras cosas, porque no creo que exista la fórmula mágica), igual que tampoco lo haría para extasiarme en la relectura de mis palabras. Estoy muy de acuerdo con Toni: el artista pretende que su arte sea admirado por cuanto más público mejor. Por tanto, el escritor escribe para que lo lean, si pueden ser millones de personas, mejor que miles.
    Mi objetivo al escribir es, además de disfrutar (o no), de sentir que estoy haciendo lo que quiero hacer y que soy capaz de dar forma a mis ideas e inquietudes, llegar a ganarme la vida con ello. Y, la verdad, no conozco otra forma que no sea vendiendo libros.
    Soy muy consciente de que me encuentro muy lejos de esa meta (volante, porque la carrera sigue después, por supuesto), pero alcanzarla es lo que me motiva a seguir adelante, y cada vez que alguien lee uno de mis libros, siento que he dado un pasito minúsculo hacia ella.
    Yo también creo que ‘Memorias de Lázaro Hunter’ es un buen producto. Es producto de mi imaginación y de mi capacidad para crear (esta vez muy ayudado por el ARTE de mi hermano Fran). No sé si se venderán muchos ejemplares. Soy tan presuntuoso que creo que si una editorial apostara por un producto como éste haría un buen negocio. Yendo por libre tengo la limitación (de la que hemos hablado largo y tendido) de la distribución, pero no me quejo. La autoedición es el camino que he elegido por ahora y, ciertamente, no me importa reconocer que me enorgullece ser capaz de completar el proceso que acaba convirtiéndose en un libro físico sin contar con nadie. Que se vendan más o menos no es lo que me preocupa en esta etapa del camino. Todo llegará.
    Dice Daniel que «escribir “bien”, o lo que se entiende por bien en la escritura moderna, no es para nada parecido a hacer arte. A transmitir una visión única, a perfeccionar esa visión, a integrar el fondo, la forma, el estilo, para transmitir eso que sólo uno y nadie más puede decir del modo en que uno lo diría».
    No veo por qué ambas cosas son incompatibles. Hacer arte en literatura entiendo que requiere, como requisito indispensable, «escribir bien». Eso de bien o mal es muy subjetivo, obviamente, pero ya nos entendemos. Alguien que domine la técnica de la escritura tendrá más posibilidades de hacer llegar esa voz única a sus lectores. Los autores que admiro escriben maravillosamente bien, y eso les permite transmitir su arte, que el lector no lea, sino que casi escuche lo que le tienen que contar. Yo aspiro a eso, a que quien esté leyendo mis libros olvide que lo está haciendo, olvide que lo que tiene delante son letras impresas en papel, que sienta que los personajes y el narrador le hablan y que en su mente las escenas aparezcan como imágenes nítidas. Para mí, esa es la mayor maravilla de la literatura.
    Sé que estoy muy lejos de lograrlo (la cita de Capote es genial: «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia ente escribir bien y mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante todavía: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte: es sutil, pero brutal. ¡Y después de aquello, cayó el látigo!»), pero voy a ser muy plasta en el reto.
    Me alegro, Toni, de esa selección para Tales. Este año creo que va a ser muy bueno para ti. Después de tanto trabajo y empeño, empiezas a recoger satisfacciones. Es algo muy necesario en la carrera de cualquier escritor, porque si uno insiste e insiste pero no siente que está yendo a algún sitio, la ilusión necesariamente acaba resintiéndose.
    Pronto te escribo una nueva carta con algunas conclusiones respecto al inesperado (y breve) éxito comercial de ‘La cooperante’. 😉
    ¡Un abrazo!

  4. Reblogueó esto en la recachay comentado:
    Toni Cifuentes responde a mi última carta con una larga e interesantísima reflexión (quizás a alguien le resulte también polémica), en la que habla sobre la calidad literaria y el negocio literario. Merece ser leída con calma.

  5. Un par de apuntes:
    Yo hablo de connotaciones de la palabra, a la luz de que hablas de «mercado». no de significados oficiales y raíces etimológicas. Creo haber especificado (lo hice, de hecho) que hablaba de la connotación.
    No ataco la «buena escritura», pero sí tú me cuentas historias con los temas de Carver, los fondos de Carver, los recursos de Carver y hasta el lenguaje que solía usar Carver, para mí no pasarías de ser un plagiario que domina muy bien la técnica de ver el mundo con los ojos de Carver. No existe una coincidencia de tal magnitud sin que exista de antemano un ejercicio que está lejos, y es algo que sostengo, del arte.
    Parra me gusta mucho, y lo disfruto, pero yo no aspiraría a escribir como lo hace él porque él en realidad lo hace como Rulfo. Leer a Rulfo y a Parra sin saber de antemano cual es cual es confundirlos. Otra vez: quien haga eso, muy respetable su saber escribir formalmente, pero en lo demás deja mucho a deber. Y no porque tenga la obligación de distinguirse, sino porque en el proceso de contar algo se mimetizó con alguien más. Y no, no es fácil escribir como Rulfo y es de admirarse que supiera retomar su visión. Pero admito que, desde que los leo a ambos intercaladamente, ya no alcanzo a distinguir una voz propia, sino el esfuerzo de una por parecerse a la otra.
    Es algo que yo sinceramente no entiendo. Como tampoco entiendo que la meta final sea ser leído por muchos. Lo comprendo como una necesidad operativa, como tener que trabajar para comer y no morir siendo indigente, pero no como una meta en el sentido existencial. Como algo de lo que uno habla y hasta se enorgullece. Esta vez discrepo con ambos, y así como yo no los entiendo es probable que ustedes tampoco a mí, y está bien. De fondo es distinto aunque de forma se sigan caminos similares, ambos dedicados.
    Una vez más, reitero mis saludos y agradezco los buenos deseos para mi recuperación.

    1. Daniel, te comprendo perfectamente. Y estoy seguro de que tu comprendes la postura (tanto de Benjamín como la mía) de aspirar a ser leído por cuantas más personas mejor, no como un condicionante, pero sí como una necesidad tanto material como (por qué no) existencial. Creo que los tres que estamos metidos en este debate nos comprendemos.

      E insisto en que me parece muy complicado encontrarme con un autor que sea idéntico a otro. Quiero decir, por mucho que la técnica, los temas, la visión sean idénticos, hablará de otras cosas, supongo. Y si lo hace tan igual, entonces supongo que uno tendrá que elegir si lee a Rulfo o a Parra, o a ambos, y bueno, si al lector le gusta mucho Rulfo, tendrá la suerte de seguirle leyendo aunque sea «reencarnado» en Parra.

      Entiendo que no sea una aspiración loable ser exactamente igual que otro escritor. Yo quiero parecerme en el estilo a Bukowski más que a Carver, tal vez un poco a medio camino, pero más cerca de Bukowski. Pero no he vivido lo que él vivió (ni tampoco lo que vivió Carver). Creo que soy un autor mucho más imaginativo que Carver y Bukowski, así que busco llevar ese estilo a mi terreno para no dejar de ser yo y disfrutar escribiendo. Pero he pasado (y sigo en esta etapa) por la mímesis. Creo que es muy necesaria para todo autor, precisamente para ir descubriendo y puliendo lo que uno es. No sé si Parra encontró en Rulfo todo el espectro que necesitaba. En realidad, comprendo que sea criticable, pero no termina de disgustarme. Si ahora apareciera un nuevo Bukowski, que supongo que los habrá y muchos, y lo hiciera tan bien como él, seguramente disfrutaría de la lectura y los compararía, supongo, pero disfrutaría, como tú haces con Parra.

      Hace tiempo (da igual si más lejos o más cerca) tuve esta misma conversación sobre lo comercial y lo artístico con un amigo. Yo le decía que quería que me leyera mucha gente y él me planteaba que tal vez mi camino no era ese y que era mejor centrarse en lo que yo necesitaba expresar y la manera en que necesitaba expresarme que tener en la cabeza al público que, lo más probable, me condicionaría. Creo que sí, que me ha condicionado pensar en el público lector. Pero cuando me he visto obligado a escribir algo, por ejemplo, para un concurso, me he sentido desganado, me he visto obligado a escribir sin ilusión. Y, al final, el escritor se deja llevar por lo que de verdad siente. Pero comprendo cuando muchos escritores dicen que se sacrifican al escribir, porque a lo mejor han encontrado un mercado y una forma de vivir, y escriben de ese modo que les reclama el público. Comprendo que lo pasen mal porque su plato de comida depende de eso. Escribir se convierte en ese oficio sin más. Habría qué pensar qué haríamos nosotros si nos encajonan en un género y estilo y una editorial nos dice que el siguiente libro que tenemos que escribir (para que venda tanto como el otro) tiene que ser de esta o cual forma, que nos dejemos de introspecciones y búsquedas artísticas… Stephen King, un autor al que admiro (un autor enormemente comercial) lo tuvo claro: cuando su representante, muy preocupado, le dijo que si publicaba “Salem’s Lot” después de “Carrie” le encajonarían en el género del terror para siempre, King se rio y dijo: “si ese es mi mayor problema, adelante”.

      Yo tampoco he tenido ningún problema nunca con lo comercial. Pero tampoco sé si lo que escribo es más o menos comercial. No pienso en el público cuando escribo, pero sí cuando corrijo y repaso mis historias. Me sentiría mal si mis libros (si los hay alguna vez y se publican) se vendieran muy poco. Te digo más, preferiría malas críticas y muchas ventas, que muy buenas críticas y malas ventas. Y, aunque esto lo pensaba hace tiempo cuando lo hablaba con aquel amigo, he pasado por etapas en que he pensado lo contrario.

      Mi búsqueda no está en lo comercial, tampoco en lo artístico. Me preocupo por escribir bien, lo suficiente como para que me lea mucha gente, y ya me quiebro suficiente la cabeza. Supongo que por esto estoy más cerca de Benjamín que de ti, pero creo que tú también estás cerca porque quieres que te lean y disfruten leyéndote y, estoy seguro, de que cuantas más personas mejor. Y en ello no hay una búsqued existencial (aunque yo a veces pueda sentirla así), si no, como bien dices, operativa: yo para seguir escribiendo llegará un momento en que tenga que vivir de escribir. Es cierto: nunca dejaré de hacerlo, aunque viva de trabajar en un supermercado o en una tienda de telefonía móvil. Lo he hecho y, sinceramente, estoy cansado. Me gustaría vivir de escribir. Si no lo logro, entonces no tendré más remedio que seguir escribiendo como siempre he hecho. Y soy consciente de que hay muy altas probabilidades de que nunca viva de escribir. Es más, lo más seguro es que siga escribiendo (el tiempo que pueda) mientras trabajo en otra cosa. Lo haré sin más. Y punto. Pero si me dan a elegir entre ser un artista que trabaje en una tienda o un obrero de la palabra, lo tengo muy claro.

      Insisto en que espero que te recuperes muy pronto. Ojalá algún día podamos hablar todas estas cosas en vivo frente a un café o un refresco o una cerveza. ¡Un abrazo!

      1. Este tema saca lo peor de mí, en parte porque realmente me causa conflicto (porque yo también me rehúso a vivir de otra cosa, y literal no tengo un sólo peso en el bolsillo gracias a eso – a eso y a que ahorita en mi país está cabrón encontrar trabajo de lo-que-sea; en unos por sobrecalificado y en otros por no tener aún el título, o por ser hombre, o por razones variopintas y casi todas ellas rídiculas -). El año pasado recibí el rechazo de dos becas. Una de ellas, en su crítica, me decía que me gustaba demasiado a mí mismo, que era como si me riera de mis propios chistes, y por eso me rechazó. Les gustaron mis temas, mis personajes, mis atmósferas, hasta mi humor. Sólo no les gustó que me gustara demasiado (que, en algunas partes, mi «estilo» ponderaba sobre lo que cualquiera pensaría que me exigía la narración, o alargamiento como fue el caso de «En el norte», que ya te tocó ver). En su momento me devastó, primero porque sentí que para ser considerado buen escritor debía de ser menos yo al escribir. Luego, cuando me di cuenta de que en realidad era cierta su observación, me pregunté qué habría pasado si, en lugar de molestarme a mí también mi exceso, por el contrario lo habría seguido y hasta mejorado. Si yo hubiese al final decidido que mi visión de mundo estaba en ese exceso (y en parte lo está, y es por ello que jamás lo dejaré completamente de lado). Sacrifico, desde entonces, un poco ése alargar una parte porque sé que así lo piden mis historias y otro porque reconozco que los otros ven algo que uno no puede ver nunca en uno mismo: cuando uno ha sobrepasado ciertos límites, por ejemplo. Como si los cortes de Lish a Carver fueran el doble y entonces sus cuentos duraran media página y estuviesen tan cifrados que no tuvieramos idea de qué significan. El punto intermedio, supongo. Es algo que me acosa desde que supe que Carver fue mutilado y que su versión mutilada es alabada por todos. Su versión de «Principiantes» no parece importarle a demasiados, cuando esa es la voz de él. Ambas me parecen excepcionales, pero no hay un sólo día en que yo no me pregunte si, al ir haciendo caso a esas cosas, a los lectores, a los críticos, no actuamos como Lish y mutilamos lo que hacemos. Porque ciertamente Carver es jodidamente disfrutable sin un sólo ápice de edición. A veces mucho más, la verdad.
        Y sí, yo los entiendo a ambos, y yo sé que ustedes a mí también. Y sé que entienden que me dé rabia, de repente, y me ponga a despotricar contra la idea de que a fin de cuentas la literatura es es un bien de consumo y siempre lo ha sido. Lo idealista detrás, el arte detrás, es un bono hermoso y añadido que yo aprecio por encima de las demás cosas, pero que hoy día más que nunca no deja de ser eso: un bono.
        Ser escritor por oficio no suena para nada mal, pero tampoco alcanzo a cuajar la idea de hacer eso. Imagino más compaginar la escritura de libros que sí me interesan con dar talleres, ofrecer servicios de edición-corrección, qué sé yo. Incluso hacer reseñas-notas para revistas pero nunca me he imaginado escribiendo una historia por oficio. Pero quizá alguna vez me pese más que ahora, que ya me pesa no dedicarme a la escritura como algo que pueda darme ya no digamos en dónde vivir sino para comer.
        El caso de Parra no es tan grave, no me hagas tanto caso. Los disfruto mucho a ambos, Rulfo y Parra, sólo que últimamente siento que si no me dijeran quién es quién no sabría distinguirlos entre sí. Y aunque es obvio que tienen sus diferencias, la abrumadora semejanza me descoloca. No lo esperaba. Y no esperarlo es lo peor de todo.
        Yo también espero que un día esta clase de conversación se dé en persona. En una de esas triunfa tu libro o el mío o ambos y nos toca ir a nuestros países a visitar por un rato 😀 (sueño de fiebre, no me hagas caso).
        Un abrazo a los dos.

      2. Me encanta conversar contigo (y con Benjamín) de estas cosas. Te agradezco mucho que te tomes el tiempo y el interés en debatir estas reflexiones.

        Sí, nos entendemos. A mí también me gustaría que no todo dependiera del mercado. Estoy seguro de que nos encontraríamos cosas mucho más interesantes que leer, ver y escuchar. Pero es así. La clave está en ese término medio del que hablas: que uno pueda ser capaz de ser quien quiere ser, pero al mismo tiempo entregando un poco para que pueda ser comprendido y apreciado. O ser un genio deslumbrante que arrasa con todo.

        Yo no he leído los relatos de Carver sin la «mutilación» de su editor. No encuentro demasiada controversia si él estuvo de acuerdo en ello y consiguió vivir de escribir. Me imagino que él comprendió que su editor tenía razón, y parece que la tuvo en su momento. No sé si hubiera tenido tanto éxito sin esa «ayuda». Sería otra historia que no podemos saber.

        Comprendo tu frustración cuando te encuentras con según qué personajes que se encaran con el escritor que llevamos dentro. Es difícil asumir muchas cosas, a veces con razón y otras sin ella. Por eso hay que estar atento y saber cuando nos dicen algo por bien o por fastidiar. Y siempre es muy complicado averiguarlo, la verdad.

        En fin, el debate da para mucho. Y ojalá tengas razón y tengamos éxito y nos veamos en nuestros respectivos países. ¿Por qué no? Tres exitosos autores charlando de sus cosas en un pequeño blog. Así empieza todo. ¡Jajaja! ¡Un abrazo!

  6. Respeto tu postura, Daniel. Aclaro que para mí el plagio tampoco es arte, aunque, la verdad, si fuera capaz de plagiar la Capilla Sixtina me consideraría artista, jajaja.
    Vivimos en un mundo capitalista. Eso es innegable, aunque a mí no me guste. Para vivir en este mundo es necesario ganar dinero a través de tu trabajo, así que el mejor escenario para cualquiera es ganar dinero con lo que le gusta hacer. A mí me gusta escribir, creo que lo hago bien, así que aspiro a vender muchos libros. No para hacerme rico, que ni de lejos se acerca a mis sueños, sino porque, como escritor, quiero que me lea cuanta más gente mejor.
    Un abrazo a los dos.

    1. No, y tienes razón. Tampoco es que esté enajenado y no sepa lo que dicen. Sólo es mi parte que aún se resiste a que ese tema me importe.
      Yo también creo que lograr tal maestría es un arte, pero últimamente pondero más lo particular de cada voz que la maestría de una voz en sí como un modelo a seguir. Pero que no quepa duda que el buen Parra es un excelente escritor, dueño de un ritmo increíble en sus narraciones y de uno de los cuentos que más me gustan «Cuerpo presente», que me parece excepcional (un cuento narrado en nosotros con las voces de los protagonistas intercalándose entre sí, algo que cuando intenté imitar me tomó algo así como dos meses hacer un cuento de unas siete páginas).

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