Miércoles, 5 de enero: el aprendizaje de un escritor

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Imagen de Yu Pong (Flickr)

¡Hola, Benjamín!

Estaría bueno que escribirnos se convirtiera en una obligación. Lo digo por eso de ponernos fechas. La actualidad política ha estado y sigue estando calentita y, por otro lado y como me dices, estas fechas son para descansar, estar con la familia y recargar pilas para lo que está por venir: todo un año entero de propósitos que uno no sabe si se cumplirán o no.

Durante estos días he aprovechado para releer y valorar mis historias con la intención de hacer una nueva recopilación que enviar a algunas editoriales. Aunque tengo unos cincuenta relatos inéditos (una treintena escritos durante este año), no he conseguido reunir más de media docena que considere buenos de verdad. Y eso enlaza con tu anterior carta y tu opinión sobre las críticas.

No podría estar más de acuerdo contigo. Y añadiría que, aunque últimamente escribo algunas pequeñas reseñas sobre libros de autores consagrados, cada vez más considero que esta práctica es absurda si no se hace con la idea de aprender. Es decir, es interesante realizar una crítica profunda de un libro cuando queremos extraer los puntos fuertes de su prosa, todo aquello que puede servirnos a nosotros, especialmente si es un autor al que admiramos y cuyo estilo deseamos imitar. Si no, me parece una pérdida de tiempo.

Creo, como tú, que las críticas deben hacerse a autores que lo necesitan de verdad, ya sean nuevos autores a los que ayudar en la promoción poniendo un pequeño granito de arena o, como ha sido contigo, para ayudar a que el producto final sea el mejor posible antes de que vea la luz sumando diferentes criterios. Tener a un grupo de lectores que analizan tu trabajo, como los tuviste en tu anterior novela, es algo francamente bueno. Y, es verdad, cuesta mucho encontrar críticas a nuevos autores en esos blogs de personas que leen cientos de libros en un año. Pero algunos de esos blogs tienen miles de seguidores fieles y las editoriales lo saben. Esas editoriales envían a estos blogs libros de forma gratuita para que sean leídos y criticados. No quiero decir que esos blogueros se vendan, pero sí que tienen tanto trabajo, que leer a un escritor del que nadie sabe nada es algo que les interesa muy poco o que no tienen tiempo de hacer. Pero está claro que para nosotros una crítica en un blog de este tipo es mucho. Y, por supuesto, ahora no estamos hablando del tipo de crítica.

¿Qué valoraciones puede uno tener más en cuenta? Supongo que un simple “me ha gustado mucho” de un amigo de Facebook o en un comentario en nuestro blog es más que suficiente para que podamos sentirnos orgullosos y felices. Pero al mismo tiempo, ese comentario que significa que alguien desconocido nos ha leído y además con gusto, aunque lo valoremos como algo enorme, no llega muy lejos. Por desgracia.

Por otro lado, yo siempre he sido un tanto receloso de esos comentarios. Detrás de un “me ha gustado mucho” debería haber un lector capaz de decir el por qué para que realmente sirviera de algo su opinión. Puede que suene duro, pero siempre he pensado así. ¿Qué te ha gustado? ¿Mis personajes, el ritmo, los diálogos, la voz del narrador, la historia, el final? ¿Todo te ha gustado muchísimo? No me lo creo. Si lo que yo estaba escribiendo hace años era tan bueno como algunas personas que me querían y con muy buena voluntad me decían, entonces hubiera publicado hace mucho tiempo y, además, habría tenido éxito. Ninguna de las cosas ocurrió y es un tanto inocente pensar que hay una especie de conspiración en contra de uno, por mucho que el mercado editorial esté francamente complicado.

Y, claro, ser capaz de dejar a un lado el afecto que uno pueda sentir por quien está detrás de un libro es siempre difícil. Yo mismo intento medir mis palabras. Y, por supuesto, es de agradecer que alguien se tome esa molestia. Yo si lo he hecho contigo en más de una ocasión es porque precisamente he visto a alguien receptivo y maduro como para comprender y valorar mis palabras en su justa medida. Creo saber un poco de esto de escribir, pero al mismo tiempo me falta mucho que aprender.

Yo siempre he sido muy crítico con mi trabajo. Mi problema ha sido no entender qué era lo que fallaba. Hoy, gracias a un buen puñado de lecturas y a un esfuerzo importante de autoanálisis, entiendo mejor qué le sucedía a algunas de esas historias que terminé dejando. Era muy frustrante escribir y escribir sin entender el motivo por el que muchos de esos proyectos no terminaban de cuajar. Releía y corregía tanto porque, precisamente, estaba aprendiendo poco a poco. Con cada corrección, ponía en práctica en mis historias lo que había aprendido. Por eso ahora empiezo a corregir menos y a sentirme cada vez más satisfecho con lo que escribo. No voy a dejar de repetir que todavía no soy el escritor que quiero ser, pero estoy más cerca de ello o, por lo menos, en este 2016 espero escribir historias mucho más rápido y con una idea mucho más clara de lo que quiero. El futuro dirá si he acertado o si mi camino se desvía hacia un lugar u otro.

Pero, aparte de mí, pocos han tenido en mis manos mi trabajo y lo han destripado como yo he hecho con los trabajos de otras personas. Ni siquiera he analizado mi trabajo tanto como lo he hecho con los escritos de otros, y por eso para mí también ha sido una experiencia gratificante tener esa oportunidad. Uno consolida lo que cree saber poniéndolo en práctica de una manera o de otra y por eso te agradezco que hayas confiado en mí al igual que lo has hecho con otros muchos lectores cobaya.

No sé qué sentiría ahora si alguien cogiera una novela mía y le sacara posibles fallos. Sí sé que hace años me hubiera sentado fatal. Pero hubo un tiempo en que leía algunos consejos de escritores en blogs y foros, porque los libros de teoría literaria no me interesaban o no sabía que existían, y me sonreía. Creía saber más que aquéllos que decían que un libro debe dejarse enfriar unos meses para luego leerlo con calma y corregir con la distancia de un lector ajeno, o que los adverbios (aunque ahora hay quien dice que no es para tanto) hay que eliminarlos siempre, o que hay que escribir un perfil completo de no sé cuántas páginas sobre el personaje principal, etc. Hay cosas que todavía me niego a aceptar, pero supongo que tiene que ver con el escritor que soy, con la forma que tengo de trabajar.

Sigo pensando que los libros de teoría literaria ayudan muchísimo en la formación de un escritor, al igual que la lectura atenta e incluso el análisis de las obras de los autores que más nos gustan, pero también sé (y he sabido siempre) que no todo sirve para los mismos escritores. Uno tiene que construirse poco a poco a través de la experiencia y todos esos rollos que he soltado alguna vez. Es un camino personal que requiere de mucho esfuerzo, pero que estoy seguro merece la pena. Me alegra pensar que todos podemos convertirnos en grandes escritores, pero para ello se necesita mucha persistencia, esfuerzo y cualidades que a veces no tenemos tiempo de poner en práctica o de desarrollar. Si yo no me hubiera quedado en paro hace más de dos años, habría tardado más tiempo en saber lo poco que sé hoy o, incluso, no habría tenido mucho interés ni necesidad de aprenderlo. Y ni que decir tiene que si no llego a publicar ni a sacar algo de dinero de ese esfuerzo, aunque pueda sentirme satisfecho del camino, tampoco me servirá de nada. Uno corre ese riesgo, y cuanto mayor es el sacrificio, mayor puede ser la caída o… la victoria.

Y, bueno, todos tenemos un comienzo. Para ti lo fue “El viaje de Pau”, que vio la luz, se vendió mucho y te aportó muchas alegrías. Para mí fueron novelas que nunca vieron ni verán la luz. Si hubiera tenido la oportunidad de publicarlas, supongo que lo habría hecho porque, como tú, estaba convencido de que era lo mejor que había escrito. No me equivocaba. Igual que tú tampoco te equivocaste. Sin embargo, ¿para qué engañarnos? ¿No es mejor pensar que cada vez podemos hacerlo mejor?

Como te dije en alguna de nuestras primeras cartas, sería muy aburrido pensar que hemos llegado al final del camino cuando ni siquiera lo hemos empezado. Todo lo que estás escribiendo hoy te convertirá en el escritor que serás mañana. Estamos muy acostumbrados a creer que esos grandes autores que hoy nos molan tanto tocaron la cima a la primera. No es así. Creo que nunca lo es. Siempre hay un camino difícil. Bradbury se hartó de escribir relatos que rechazaban las revistas literarias a las que los enviaba. Lo mismo le pasó a Asimov. Lovecraft se sacó de la manga su propia revista literaria para publicar algo y escribía truños infumables y era un pésimo promotor de su propia obra. Hay un buen porrón de escritores. Hasta Highsmith habla de las veces que le rechazaron manuscritos, aun después de haber obtenido un enorme éxito con Ripley. Me gusta leer biografías de autores que hablan de sus inicios con sinceridad y humildad, y, créeme, están cargadas de fracasos. No quiero decir que “El viaje de Pau” fuera un fracaso, entiéndeme, como tampoco lo fue “Con la vida a cuestas”. Quiero decir que todo eso forma parte de tu aprendizaje como escritor. ¿Quién sabe qué puede ocurrir con la siguiente novela que estás escribiendo? En eso está la gracia, ¿no?

Antes, hace diez años, era muy difícil asomar la cabeza en el mundo editorial. Yo tenía manuscritos de alrededor de trescientas páginas en mis manos con los que no sabía qué hacer. Tenía internet, pero no la opción de la publicación digital, y yo desconocía y me había interesado muy poco por saber cómo podía enviar a las editoriales mi trabajo. Aunque tenía muchas ganas de publicar, estaba bastante desengañado y me creía mucho eso de que las editoriales solo publicaban a los autores de siempre, etc. Ahora, además de muchas más herramientas que facilitan la labor a los escritores (libros, páginas web, concursos), están surgiendo nuevas editoriales, supongo que como antes, abiertas a la recepción de manuscritos. Hay que probar ese camino también porque si bien hay cientos de miles de autores que autopublican, “solo” hay miles que publican de la mano de una editorial. Hay que dejar de lado ese ego y creer que un 10% de royalties merece la pena. Por lo menos yo me he hecho a la idea y, además, por un porcentaje menor. Pero eso no quiere decir que, como ha pasado, de la autopublicación no surjan grandes obras bien cuidadas que destacan y de las que empieza a hablarse y venderse. Es una pena que, muchas veces, estén ocultas bajo un manto de obras mal editadas, como tú mismo dices. También la mala edición se encuentra en el supuesto mundo profesional. En fin, el camino es complejo y la suerte cuenta, y mucho.

Tengo ganas de leer esos primeros capítulos de tu nuevo trabajo y lo que te traes entre manos con las newsletter. 🙂

Un abrazo. Espero que nos veamos muy pronto. ¡Feliz 2016, amigo!

Toni.-

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13 comentarios sobre “Miércoles, 5 de enero: el aprendizaje de un escritor

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  1. Vaya con la respuesta exprés… Como siempre, mucho que comentar, aunque hayas sacado temas que ya hemos ido tratando a lo largo de este año y medio de correspondencia. Es muy interesante pararse de tanto en tanto a comparar qué decimos ahora sobre temas de los que ya hablábamos en las primeras cartas. Encontraríamos matices y puntualizaciones reveladores. De hecho, en parte ese fue el motivo por el que publicamos ‘Cartas a un escritor. ¿Cómo se escribe un best-seller?’. Ahora, aún se nota más la evolución.
    Tú definitivamente te has decidido por la publicación «tradicional», a pesar del «abuso» al que se somete al escritor a la hora de repartir beneficios, mientras que yo, que estaba convencido al 100% de las ventajas de la autopublicación, ahora valoro también los inconvenientes y me fijo en la parte menos romántica del asunto.
    Reconozco que cada vez me produce más pereza el esfuerzo que supone «competir» para lograr algo de visibilidad, para estar cada día en la línea de salida de los que ofrecen su producto para el consumo masivo. Hay muy poco de romántico en eso. Lo literario deja paso por completo al marketing, a la competición por cada lector. No me gusta. No quiero hacerlo, aun siendo consciente de que nadie va a leer mis libros si no saben de algún modo que existen.
    En realidad ya hace tiempo que anuncié que renunciaba a esa manera de participar del mercado. Quizás podría haver vendido unas decenas más de libros, pero tengo clarísimo que lo último que quiero es hacerme pesado.
    Mis dos novelas publicadas han cubierto de sobras las expectativas que me creé, y ahí siguen. Las dos me han ayudado a ser mejor escritor y estoy seguro de que la que estoy escribiendo ahora también contribuirá a ello. Eso es lo que quiero: aprender y disfrutar haciéndolo.
    Probablemente pruebe con editoriales para este nuevo proyecto y el de ‘Memorias de Lázaro Hunter’. Siempre estoy a tiempo para recurrir a la autoedición. Lo que sí tengo clarísimo es que jamás voy a pagar por publicar ni por que supuestos profesionales opinen sobre mis obras, como tampoco voy a aceptar contratos con cláusulas abusivas, no tanto respecto a los royalties como a la duración de la relación contractual.
    Me alegro mucho de que hayas encontrado tu camino, tanto en el ámbito creativo como en el editorial. Estoy seguro de que verás realizados los objetivos que te plantees, y yo disfrutaré de tus éxitos. 😉
    ¡Un abrazo!

    1. Sé que si algún día llego a algo (cosa que está por ver, desde luego), tú te alegrarás mucho de que lo haya conseguido. De la misma manera, sabes que yo también me alegraré muchísimo si tus libros llegan a vender centenares de miles. Además, espero que eso llegue pronto porque así a lo mejor me puedes echar una mano. ¡Jajajaja! Yo, más que haber encontrado el camino, creo que he abierto un ventanuco que no sé hacia dónde mira y si podré salir por ahí. Pero ya llegará el momento. Y te comprendo perfectamente cuando me hablas de “competir”, de todo ese esfuerzo dedicado a promocionar a través de las redes, etc. Yo he optado por las editoriales precisamente por eso. Por supuesto, si esa promoción de la que hablas se limitara en el caso de la autopublicación a ir a presentaciones y foros (cosa en la que tú tienes experiencia), la cosa cambiaría. Podría sentirme hasta cómodo (dejando de lado que uno también tiene que currarse esa presencia). Pero las redes es un campo de batalla feroz. No se sabe quién ni en qué momento un comentario de alguien o la aparición de un artículo en alguna página puede despertar un repentino interés en alguno de nuestros libros mientras otros miles (con libros a veces de dudosa calidad) intentan hacer lo mismo. Como tampoco se sabe si algún simple tweet puede llamar la atención de alguien importante. Creo que soñamos con que eso pase, ¿verdad? Yo también me aburrí y eso que casi no comencé con el asunto. No será muy diferente si terminamos publicando en papel de la mano de una editorial. Pero por lo menos pienso que uno se quita de encima ese “peso”, se supone que para que otros hagan ese trabajo. Y, está claro, de que promocionen bien o mal una novela esos terceros dependerá de que venda más o menos. Sin embargo, ahí estará, presente en librerías para que la gente la compre y decida. Uno de los mayores esfuerzos que has hecho ha sido colocar tus novelas en librerías, y todo eso te ha restado tiempo y concentración en lo que verdaderamente un escritor debe de hacer. Además, alguna vez te he comentado que tener un trabajo a media jornada te permite ingresar y colaborar en casa con algo y sentirte “útil”. Yo siempre he combinado la escritura con el trabajo y, por supuesto, nunca le diría a nadie que lo dejara todo para ponerse a escribir. Puedes aprovecharte de esa tranquilidad y también de ese tiempo para, quién sabe, tal vez escribir ese best-seller que todos llevamos dentro. Espero que pronto podamos hablar estas cosas in person. 🙂 ¡Un abrazo!

  2. Reblogueó esto en la recachay comentado:
    El amigo Toni Cifuentes parecía que tenía preparada la respuesta a mi última carta. Tres días han pasado desde que la escribí, y ya está aquí su interesantísima réplica. Como siempre, muy recomendable sobre todo para cualquiera que se plantee adentrarse en el mundo de la escritura.

  3. «Si lo que yo estaba escribiendo hace años era tan bueno como algunas personas que me querían y con muy buena voluntad me decían, entonces hubiera publicado hace mucho tiempo y, además, habría tenido éxito.»

    Creo que el juicio de quienes nos quieren no dice demasiado acerca de nada. Ni bueno ni malo. Porque, desde que nos quieren, su lectura a nuestra obra está sesgada en formas inimaginables. A lo sumo están aquellos que son capaces de distanciarse, como lo hacen ante situaciones difíciles y que de cualquier modo intentan leer el texto «en contexto» del autor. Algo que, sin duda, vale la pena escuchar-leer (el proceso contrario es el del crítico literario, que lee el contexto en base a la obra, o busca el contexto para acabar de comprender la obra, pero que de entrada no lo suele tener (o, al menos en las críticas que yo leo, no suele haber demasiado trabajo de abordaje biográfico).

    Por otro lado, algo que he descubierto con mis lecturas a revisiones de la obra de Carver es que tampoco nos podemos fiar demasiado de la opinión de… bueno, básicamente nadie. He leído análisis que sitúan a Carver como un posmoderno así sin más, otros como un contemporaneo que pese a que innova en la técnica, se mantiene como modernista en su concepción de las cosas (materialista en sus descripciones, primordialmente). Por ahí hay uno que otro descarriado que afirma que Carver era en realidad un romántico o hasta detectivesco, por la forma en que va soltando migajas de una imagen poética hasta poderla reconstruir completa al final del cuento (y hay también los que dicen que a Carver no le interesa cerrar sus historias salvo con suspenso, con la sensación de amenaza, pero que no hay como tal un «cierre de trama»). Ya me imagino a Carver leyendo todo eso (y ni hablar de todos esos que le llaman minimalista por sus versiones Lish). Justo eso me ayudó a mí a darme cuenta (eso y una cita de un cuento de Henry James y una, si no mal recuerdo, de una entrevista a Faulker) de que a fin de cuentas la literatura, cuando es arte, cuando no sólo se trata de hacer un texto de manera «correcta» según un estilo desarrollado por otro, puede trasgredir eso que se considera correcto.

    Leía, por ejemplo, como Cheever se arriesga introduciendo descripciones que en cualquier otro cuento o de cualquier otro autor serían descabelladas, repelentes, pero en la historia particular funcionan. Concretamente estas líneas: «Nellie no era el tipo de anfitriona que, al recibirte para una cena, te mete la lengua hasta la garganta antes de colgar tu sombrero.»

    «Si el escritor está interesado en la técnica, más le vale dedicarse a la cirugía o a colocar ladrillos» (de Faulker). Ahora bien, en eso no hay medias tintas: o lo borda, o no vale nada.» (La cita de James).

    Vamos, que llega un punto (hablo por mí, aclarando) en que te dices a ti mismo: eso tenía sentido en ellos, para ellos y desde ellos, y aunque amo lo que hacen, para mí, para mostrar mi mundo interior (o como decía Carver, pasar las noticias entre mundos) necesito algo más. Por ejemplo, yo he descubierto que me manejo muy bien en atmósferas Carverianas (sin detalles sobre el lugar, la época, ni la hora siquiera), desarrollos a la Munro (pausados, donde parece que realmente no pasa nada, a veces ni desconcierto, sin la amenaza de la que hablaba Carver o lo cómico de Chejov), imágenes-metáforas a la Cheever-Munro (del primero, en el sentido elemental-natural de las mismas; de ambos, que están desplegadas en todo el cuento en sus elementos más constituyentes) y un cifrado del sentido de la historia nivel Chejov-Carver en sus días diabólicos y con ganas de ver el mundo arder. Y eso sólo engloba mis cuentos «realistas» (yo no le llamaría realismo a eso, la verdad, pero está más cercano a eso que a cualquier otro).

    Me decía una amiga que un «Daniel Centeno» tiene que tener varios requisitos: 1) Que los personajes femeninos sean o inteligentes, o hermosos, o diabólicos. 2) Que los personajes masculinos se callen muchas cosas, se expresen periódicamente (digan lo que no quieren decir y callen lo que sí) o a través de sus acciones. 3) Que poco o nada se sepa del lugar en el que ocurre 4) Que hasta los nombres de los personajes y sus costumbres desconcierten por su nula territorialidad: un personaje llamado Otto Fietzgerald, hijo de María, en una escuela con la finta de ser mexicana y en su casa tienen un jardín digno de paisajes islandeces. Hay quien me dice «eso los vuelve sumamente inverosímiles», y pese a que muchos no me creen, me apego a lo que decían tanto Chejov como Carver: ver la realidad. Claro que para mí la realidad es eso: un mundo caótico en el que uno habla con alguien de España como si fuera el vecino, y tiene nombre inglés porque a los papás les gustaban las series gringas. Y ya está. Lo único que hago es tomarme la licencia creativa de no decir nunca que no viven en el mismo sitio, o decir que son vecinos pero nunca de qué modo. Y hay a quién le encanta y hay quién lo odia.

    En fin, se me han ido las cabras al monte pensando en eso de tener un estilo personal, una visión de mundo in-disociable de la propia técnica. Porque, ¿no son lenguaje y realidad una misma cosa? ¿No son los autores contemporáneos hijos de ese giro posmodernista? Así que, apelo a que debemos preocuparnos más por ser fieles a nuestros mundos particulares que «mejorar» en la técnica. Ser fiel a la propia visión de mundo va indudablemente ligado con cambios que le acompañan a cada cuento, que agudizan esa visión de ese mundo. Pensar en mejorar, en hacer que los cuentos sean «lo que debe ser un cuento» o qué se yo, creo (y no lo dices tú, eh, pero lo he leído en muchos lados) es un atentado contra todos esos a los que se nos va la vida convirtiendo nuestros pensamientos en tinta de tal modo que sean eso justamente, nuestros (muy en onda Nietzscheneana, sería aspirar a ser niños y dejar de ser camellos y leones).

    Un saludo a los dos. Siempre interesante su correspondencia.

    1. Respuestaza de mil palabras, y cargada de chicha. ¡Muchas gracias! 🙂

      Respecto al autor y ese análisis que podemos hacer de una obra, aunque yo también he sentido interés en la vida de los autores que había detrás de las novelas o relatos que más me gustan, ese interés puede encontrarse dentro del vouyerismo más casto. Cuando leo a un autor, me interesa lo que está impreso en las páginas. Y no pretendo verlo a través de los ojos de ningún crítico, aunque puede ser interesante para completar o reafirmar algunas impresiones. Está claro que lo que es un autor es resultado de un proceso y de una personalidad, de un entorno, de una vida, etc, pero, en gran medida, me da igual. Yo cuando “analizo” la obra de alguien, me quedo con lo que tengo delante. Leyendo biografías, a veces he descubierto a personas que poco tienen que ver con el autor, y algunos críticos eso no lo tienen en cuenta. Para reforzar su tesis buscan donde no hay. He llegado a sustraer elementos comunes en la vida de muchos autores pero, si te digo la verdad, lo más cierta es que escribieron muchísimo, que fueron tenaces, valientes y fieles a sus principios.
      Cuando hablo de ponerse a analizar un texto, me refiero a exprimir las frases, el significado, la forma en que todo eso está hilado para transmitir una emoción y contar una historia. Y lo digo para autores que me han gustado especialmente y con los que he llegado a ver similitudes con mi propio estilo. Si comparamos todos esos autores que nos gustan y entendemos el por qué, podemos llegar a perfilar mejor el escritor que queremos ser. Tal vez sea un atajo, sí, pero si hay una forma de tropezar menos después de haber tropezado muchas veces, yo la considero bienvenida. Y esto no quiere decir “imitar”, si no (insisto) reafirmarnos a través de esos autores mientras buscamos nuestro propio camino. Nunca un autor será igual que otro: podemos escribir sobre lo mismo, incluso con un estilo semejante, pero ninguno llegará a la misma conclusión, ni enfocaremos los personajes de la misma manera, ni esos personajes dirán lo mismo, etc. Nosotros estaremos en ese relato.
      Creo que, por el análisis que haces, has conseguido conocerte bien, lo cual quiere decir que tienes mucho camino recorrido y una madurez que puede llevarte lejos. Aunque eso sabes que depende del momento, del lugar y de la suerte. Por eso, te deseo mucha suerte. Ojalá tengas mucho éxito. Como le digo a Benjamín, acuérdate luego de los pobres que seguimos intentándolo. 😉

      A Cheever lo estoy leyendo poco a poco y es un escritor asombroso. Y, por cierto, si no lo has leído, te recomiendo mucho a Wells Tower. Su relato “Leopardo” me pareció fascinante y, en cierta manera, lo que a veces busco cuando me pongo a escribir determinados relatos.

      Y para cosas inverosímiles uno puede leer también a Samanta Schweblin, ¿verdad?, y darse cuenta de que la fuerza de un escritor reside en hacer creer al lector, de la manera más profunda posible, que lo que tiene delante es real por muy extraño que sea. Jamás le diré a un autor que está aprendiendo que intente crear cuentos con una técnica determinada, ni mucho menos, pero sí que sea valiente al explorar su propio camino, que llegue todo lo lejos posible sin importarle otra cosa que, al final, construir SU realidad. Y si eso es lo que escribes, tengo enormes ganas de recibir alguno de tus cuentos para Ticon Tila Titi. Sólo quiero que un autor me sorprenda y, por supuesto, me engañe lo mejor posible. ¡Un abrazo!

      1. Suscribo casi todo lo que dices. En realidad, yo también me di cuenta de que me sentía sumamente atraído por Carver, Munro, Chejov, y hasta Schweblin (con su estilo tan norteamericano) porque es justo la manera en que yo mismo leo la realidad: a pedazos, ocultándose, dando importancia a cosas sutiles que luego la gente dice «¿y eso qué?». Yo creo que, en ese sentido, un análisis de los autores que leemos dice mucho sobre nuestra propia inclinación.
        Por otro lado, yo no suelo analizar a los autores según su biografía. Es más, busco su biografía hasta después de haberlos leído mucho y haberme formado mis propias impresiones, pero he descubierto, al menos en los pocos casos que he podido, que tanto leer sus cartas, breves biografías y críticas literarias ayuda a perfilar hasta qué punto hay un margen de interpretación en lo que está escrito en la palabra. Es como tocar piso. Una reafirmación de que sin importar cuán objetivo intente ser uno en la revisión, nunca lo es enteramente. A mí, por lo menos, me viene de maravilla recordarmelo.
        Y, sobre ya tener un estilo, no creas. Estoy en ese punto en que no sé si regresar a todos esos cuentos y editarlos en base a cómo ahora lo hago (depurarlos, porque en sí más o menos todos lo mantienen), y eso hace que tenga mis novelas truncas y mis decenas y decenas de micro-relatos, micro-cuentos, cuentos y relatos que parece que jamás verán la luz en el papel.
        Por otro lado, lo que te he leído ha sido todo en la misma línea, se siente orgánico, así que no creo que estés lejos de eso. Asumo que con toda la revisión que hiciste por fin de año te habrás dado cuenta de que ya hay en tu escritura suficientes similitudes para considerarlas. Así las mías. No están cristalizadas, pero están sugeridas. Nos falta un caminotototote, Toni. Estamos chavos, como dirían acá. Al menos vamos buen encaminados.
        ¡Un abrazo!

      2. Me queda camino, la verdad y me parece que más que a ti. Soy un autor al que le gusta tocar todos los palos, además, y eso ya sabes que es bastante molesto. Ahora me ha dado por corregir historias fantásticas de hace un buen puñado de años. Me apetece escribir y revisitar aquel mundo oscuro que me empeñé en conformar y que, a decir verdad, no quedo del todo mal. Fui un aplicado escritor de textos fantásticos, un poco desordenado y movido por impulsos y por las ganas, con muy poca experiencia pero muy apasionado, y me gustaría que parte de ese material, que debe superar las seiscientas o setecientas páginas, vea la luz. Estoy intentando sacar de algunas de aquellas historias que pretendían ser novelas, algún relato decente. Y, bueno, debes «atreverte» en algún momento a mostrar lo que tienes. Creo que es muy bueno revisar tus propias historias y corregirlas todas las veces que hagan falta, pero también debes «atreverte» a dar ese paso y lanzarlas al mundo. Algunos te dirán cosas buenas, otras malas, a muchos no tendrás que hacerles ni caso y habrá opiniones que te sirvan, como las que has tenido dentro de tu círculo más cercano. Desde luego, considero que es muy bueno eso de mostrarse porque de los lectores atentos, y encima si son amigos y tienen ánimo de ayudar, se aprende muchísimo. ¡Un abrazo y muchas gracias, de nuevo, por una respuesta tan buena!

    2. Cuando os ponéis en ese plan «erudito» me echáis del camino… jajaja!
      No, en serio, me maravilla esa capacidad analítica y de exprimir a los autores que os gustan. Yo confieso que me quedo muy lejos en ese disfrute que demostráis escarbando hasta el fondo en el estilo, en los temas, en el contexto histórico de los referentes. Supongo que soy un escritor menos escritor en el sentido tradicional.
      Desde luego, Daniel, en cuanto encuentre un hueco me voy a dar un paseo por tu blog, porque me han entrado muchas ganas de leer tus relatos. 😉
      Abrazos.

      1. Estamos más cerca de una conversación en un bar, ya pasados de copas y diciendo que superaremos a nuestros maestros, que de la erudición jajaja.
        Yo creo que tiene mucho que ver con la forma en que leemos-escribimos. Por ejemplo, yo estoy convencido de que mis historias pecan de aburridas muchas veces, porque «no pasa nada», y en las que sí, pasa lo que con Schweblin: son cosas que se hacen pasar por reales pero que son rarisimas y están descritas del modo más «sordo» posible, como un esfuerzo sobrenatural por hacer pasarlas por posibles. Yo recuerdo que antes mi método para enseñarme a escribir era tomar un cuento cualquiera y destripar cada párrafo: cuántas palabras por oración, cuántas comas, cuántas semejanzas sonoras o visuales (torres que barren tenebrosos silencios, por ejemplo, con un poco de ambas) encontraba y así un larguisimo etc. Recuerdo, por ejemplo, que como primer ejercicio para un cuento de «el jardín blanco» «copié» Sobre la desolada tierra de Philip K. Dick en las funciones de sus párrafos, tipos de oraciones, etc, y cómo me dijeron que era todo, todo, menos un Dick. Que bien podía ser formalmente en su estructura más primitiva muy muy similar, pero que estaba alejado por completo de su espiritu. Y sí, tenía el mío: personajes con conversaciones grandilocuentes mezcladas de los asuntos más triviales y discutiendo sobre la imposibilidad de morir y la tortura que eso conlleva. Fue una cosa tremenda, le aprendí tanto a ese ejercicio. En el que siguió, «imité» a Asimov: su estructura de dos historias entrelazadas, lo humoristico y parale de contar. Lo demás le di rienda suelta a mi propio estilo y fue más Asimov que mi plagio descarado a Dick. ¿Por qué? Por esas sutilezas. Desde ese día estoy enfocado en comprender al autor como un todo en sus particularidades. No lo pude evitar. Y creo que hay autores para quienes ese método ha de ser hasta aburrido. Toni, por ejemplo, es mucho más purista y se atiene más a los textos en sí que a lo que otros dicen de ellos. Y apuesto a que hay más puristas que Toni 😛
        Y eres bienvenido a mi blog cuando gustes. Le he dado una podada masiva porque creo que había demasiado contenido y lo que más me gustaba se quedaba perdido entre el resto. Espero que para cuando pases ya esté sólo lo mejor.
        Un abrazo a los dos.

      2. Yo también tengo ganas de leer a Daniel. El comité de Ticon Tila Titi, también. Por cierto, Benjamín, te voté en el concurso de Magar. El tuyo fue el que más me gustó. Aunque estuve dudando con el ganador, me pareció que el tuyo estaba mejor estructurado. En secreto te diré que te reconocí, lo cual es muy bueno. Pero te voté porque me gustó, ¿eh? A ver si va a parecer que aquí nos chupamos las p… porque sí. ¡Jajajaja!

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