Relee se define como «un grupo de escritores, profesores, lectores y expertos en edición que apuestan por la literatura de calidad creada en un entorno colaborativo». Me interesan este tipo de proyectos si son un modo de apoyar a nuevos escritores y de sacarlos a la luz. Hace unas semanas, se pusieron en contacto conmigo (porque yo me había ofrecido a su vez a colaborar con ellos) para que seleccionara, según mi criterio, una serie de relatos de diversos talleres de escritura. Dediqué varios días intensivos a la lectura y valoración, y fue una experiencia muy interesante.
Entre los casi cuarenta relatos, encontré algunos con los que disfruté especialmente y deseo que ojajá terminen formando parte de un libro que aparecerá dentro de unos meses. Fue mi primera experiencia cercana a la figura del editor (tal y como yo lo concibo) y me lo pasé muy bien.
Estos fueron algunos de mis escuetos comentarios de algunos de los relatos:
Monólogo interior bien escrito pero demasiado expositivo. |
Bosquejo. Exposición. Falta el drama. Final soso. |
Me recuerda a Carver. Bien desarrollado. Final mejorable. |
Bien escrito. Me desconcierta la relación de los personajes. Retocaría el final. |
En mi opinión, demasiado largo para lo que cuenta. Una nueva revisión, eliminando partes, lo mejoraría mucho. |
Relato con potencial, pero que pierde fuerza al dispersarse introduciendo demasiados elementos (…). Hacia el tercio final se vuelve confuso. Aun así, entretenido. |
Algo caótico. Evidente. |
Muy buen relato. Divertido y con buen ritmo. Por ahora, el mejor. Si mejorara el final, sería un relato redondo. |
Muy espeso, en mi opinión. Demasiado largo. Presentación de los personajes abusiva, corta acción y realentiza el ritmo. |
Buen estilo, pero relato demasiado largo y a veces enrevesado. Complicado de leer, en mi opinión. |
Buen ritmo, bien escrito, aunque me hubiera gustado encontrarme algo de diálogo. Final predecible. |
Historia de fantasmas. En mi opinión, necesita revisión, acortar partes e incrementar ritmo para aumentar el interés del lector por la historia. Algo predecible. Necesitaría un final mejor, alguna sorpresa o giro. |
Aunque hay buenas maneras, en mi opinión es un relato tedioso. No me enganchó. |
Para mí, debería ser el primero de los relatos que abra la colección. Un relato que se queda grabado en la cabeza. Me recuerda al “Grendel” de Gardner. Buena atmósfera, buen ritmo. Mantiene la tensión. Es el que más me ha gustado, aunque el final es mejorable. |
Reitero mucho eso de «en mi opinión» porque, efectivamente, es mi opinión.
Por otra parte, he escrito hasta la fecha dos artículos sobre el terror publicados en la página de Relee que quiero compartir también en mi blog. Ambos arrancan con la figura de Lovecraft y su libro «El horror sobrenatural en la literatura».
El primero aborda el proceso creativo del escritor de Providence.
H. P. Lovecraft nació en Providence en 1890 y es uno de los autores que más ha influido en la madurez del terror moderno. Admiraba a autores como Poe, Dusany o Blackwood, pero se consideraba a sí mismo un insignificante aficionado. Sin embargo, reflexionó en profundidad sobre el miedo y realizó un estudio en que analiza la evolución del género desmenuzando la obra de diversos autores. En este ensayo, titulado «El horror sobrenatural en la literatura», en su parte final Lovecraft expone la manera en que se enfrentaba a la escritura de una historia.
¿Cuál era el método de Lovecraft? Éste se dividía en una serie de puntos.
1) Primer boceto
Lovecraft dejaba volar su imaginación y conforme a una idea de partida (que podía surgir, por ejemplo, de la contemplación de un paisaje o de una emoción) escribía una serie de incidentes, imágenes y escenas sin importar el orden dentro de la narración. En este primer punto de su método, realizaba descripciones detalladas y comentarios que pudieran ayudarle después a componer la historia.
2) Segundo boceto partiendo del primero
En esta parte Lovecraft seleccionaba el material resultante del punto 1 y lo ordenaba con intención de crear un efecto dramático ascendente. No le importaba que se hubiera alterado o modificado por completo la idea de partida y, si surgían, añadía nuevos acontecimientos.
3) Escribir la historia rápidamente siguiendo el orden del punto 2
Lovecraft comenzaba a escribir dejándose llevar, «sin ser demasiado crítico», pero ateniéndose, en un principio, al orden narrativo resultante en el punto 2. Sin embargo, si el desarrollo del argumento le llevaba a encontrar nuevos cauces y mejores «efectos dramáticos», no dudaba en acogerse a ellos. Esto le obligaba, una vez más, a cambiar la narración y a readaptar el esbozo del punto 2.
4) Primera lectura crítica y corrección
En el segundo intento explicar por qué se escribe terror.
Lovecraft decía que la razón por la cual escribía cuentos fantásticos era porque «le producían una satisfacción personal y le acercaban a la vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de lo bello, de las visiones que le llenaban con ciertas perspectivas, ideas, ocurrencias e imágenes». Lovecraft escribía por el placer de plasmar ese mundo interior y ver cómo se reproducía, como en la vivencia de un maravilloso viaje, en unas páginas.
Pero también explicaba, en ese pequeño libro titulado «El horror sobrenatural en la literatura» del que ya hablé en mi primera entrada en este blog, que su predilección por lo sobrenatural se debía a que ese tipo de relatos encajaban con su personalidad.
Por un lado tenemos una elección lúdica consciente y por otro una tendencia a una determinada literatura fruto de la personalidad, con todo lo que esto conlleva. Creo que en esas frases que se suceden en el apéndice final del ensayo de Lovecraft encontramos los elementos claves para comprender por qué elegir escribir terror o no y, en definitiva, por qué escribimos.
Para Lovecraft el miedo es la «más fuerte y profunda emoción, y una de las que mejor se presta a desafiar los cánones de las leyes naturales». El miedo toma formas diversas y, como explica Anne Devereaux Jordan en la introducción a la antología «Horror 5», el límite se encuentra en la imaginación del propio autor.
Pero sin el lector de terror, el escritor de terror no tendría sentido. Y la pregunta que titula este artículo bien puede dirigirse a él: ¿Por qué se lee terror?
Serías un buen editor. Duro pero honesto. La honestidad es fundamental, o debería serlo.
Espero que la relación con Relee sea muy positiva.
¡Un abrazo!
Creo que en este mundo es muy necesario ser honesto, aunque a veces signifique tener que decirle a alguien que, en tu opinión, hay cosas mejorables. En ocasiones nos encontramos con que tenemos miedo de perder la amistad o un vínculo afectivo con determinadas personas por decir lo que uno piensa con sinceridad. Yo corro ese riesgo y no sé si con el tiempo, la experiencia y la edad, me harán más contenido. Por ahora es lo que creo que tengo que hacer. A mí me sirve ser receptivo a comentarios que me orienten hacia lo que puedo mejorar y creo que si hay un camino para llegar a ser algo en esto de escribir es ser sincero y muy crítico con uno mismo. En fin, que vaya todo muy bien. Nos escribimos pronto. 🙂 ¡Un abrazo!
Me consta que de repente te pones duro, pero eres dialógico y sí te interesan las intenciones estéticas de los autores. Recuerdo, por ejemplo, cierta discusión por mis atmósferas brumosas. No las descartaste de entrada; primero te aseguraste de que no fuese un fallo en redacción y por el contrario se tratase de una elección consciente (en mi caso, mis atmósferas brumosas son algo así como mi sello de autenticidad). Así que, yo a ti sí te daría mi sello aprobatorio como editor (además, eres súper conciso).
Muchas gracias, Daniel. En realidad, en el fondo todo escritor tiene un editor sin el cual a veces uno se dejaría llevar por el mero hecho de disfrutar escribiendo. Ya sabemos que eso provoca que, en ocasiones, no nos demos cuenta de nuestros propios errores o de hasta dónde podemos llegar escribiendo. Cuando ese editor crítico y duro desaparece, no hay nada mejor como otro lector con criterio para ponerte en tu sitio. Me parece que soy mejor crítico con el trabajo de los demás que con el mío propio. Y eso que conmigo no suelo ser muy benevolente. ¡Un abrazo!