¡Hola, Benjamín!
Ayer me escribiste tu carta. Ahora son poco más de las 7 de la mañana. Esto lo publicaré el martes 12 y el jueves 14, en dos tandas, porque creo que me va a quedar largo.
Llevo despierto desde las seis y apagué la luz a las doce y media de la noche. La ciática es lo que tiene. Además, creo que lo que me está trayendo de cabeza es el piramidal, un músculo que a algunos humanos a veces les amarga la existencia… Stephen King empezó a leer «Juego de Tronos» en las madrugadas en que no podía dormir por este mismo problema. Hoy es la primera vez que utilizo mi insomnio para hacer otra cosa que no sea deambular y buscar la manera de paliar el dolor estirándome y adoptando posturas raras en cualquier sitio. No ha sido mala idea ponerme a escribir.
Porque sí, sigo con el problema. En realidad, he mejorado bastante. Puedo dormir esas cinco horas del tirón, e incluso si he tenido un buen día me despierto a las 7 y pico. Ya puedo moverme sin parecer una alcayata, sentarme un poco de vez en cuando… El problema es que, descubrí, mi cuerpo no tolera bien los antiinflamatorios y eso estaba ralentizando la recuperación e incluso empeorando el asunto. El diclofenaco, el ibuprofeno, me he hecho casi alérgico a esa porquería a base de ponerme cremas y de tomar pastillas. Me salió un sarpullido. Yo ya me notaba muy cansado a veces, incluso con mareos, y que la inflamación que había bajado volvía a subir otra vez sin motivo aparente. El sarpullido me cubrió la frente, la espalda y los hombros. En fin, he dejado esas drogas. Ahora tomo manzanilla, cola de caballo, salvia, infusiones cada dos por tres. La inflamación está mejor, pero todavía tengo que ser paciente.
Te estoy escribiendo de pie. Hemingway escribía de pie. También lo hacía Dickens. Y Virginia Woolf. Dos Passos. Nabokov escribía de pie, aunque terminaba sentándose el muy cobarde. Hay unos cuantos, no sé si por problemas de espalda, por comodidad, por falta de espacio. La cosa es que me he acostumbrado y no descarto seguir haciéndolo cuando me ponga del todo bien. Resulta algo incómodo, pero no tanto como parece, y tiene sus ventajas.

He encontrado un buen sitio en el comedor donde tengo una estantería. El ordenador portátil está en la balda de encima, el teclado en la inmediatamente inferior. En la siguiente tengo el teléfono, el reproductor de música. Al lado, la tele. Tengo un cuadro delante, una lámpara a mi izquierda. En fin, si hay que escribir, se escribe como sea.
Pero en realidad en estos últimos meses no he escrito demasiado. Casi todo ha sido corregir y seleccionar nuevos relatos, preparar ese libro que debe de estar a punto de ver la luz… Espero. Como te dije, prefiero no pensar mucho en cómo va a ser, si se venderá bien y tendrá una segunda o una tercera edición, si tendrá buenas críticas… A veces fantaseo. Claro, sería fenomenal que pasaran cosas buenas, pero intento no pensar en ello.
Me alegro mucho de que después de esa sequía hayas conseguido ponerte a escribir tanto. Nos mandamos algún correo y te dije que 5500 palabras me parecía un buen número. Hablamos de palabras porque cada cual tiene un formato de página diferente, un tipo de letra y un tamaño al gusto. Yo, por ejemplo, escribo con la Times New Roman, tamaño 16. Mis páginas rondan las 340 palabras. Yo me conformo con escribir unas seis páginas, alrededor de 1800/2000 palabras. En un día bueno consigo llegar a las 3000 y, claro, eso a veces ha significado empezar y terminar un relato en una misma tarde.
Lo último que he escrito supera las 10000 palabras. Me he ido alejando poco a poco de esos relatos cortos que escribía con una mirada puesta en los concursos literarios. Creo que los dos años que dediqué a escribir para concursos, aunque aprendí mucho, me limitaron bastante. Quiero terminar sintiéndome seguro como para reemprender de nuevo la escritura de una novela. Tengo algunas buenas ideas, pero me falta la determinación y, por supuesto, la confianza como para pensar que voy a hacerlo bien. Escribir relatos cada vez más largos es mi camino. Y también quiero sentir que no estoy perdiendo seis meses en escribir algo para nada. Sí, es cierto, podría autopublicarlo, pero mis experiencias por ahora no han sido satisfactorias en ese campo.
Supongo que precisamente por esa insatisfacción, pero sobre todo por tu ambición y perspectivas, que estás teniendo tantas dudas. Ser independiente es complicado, lo sabes mejor que nadie. Conocemos a autores, como Isaac, que lo están haciendo muy bien. Yo creo que tú también lo has hecho muy bien. Pero ese éxito depende de muchas cosas. Por supuesto, de lo bien que escribamos, pero también de en qué género lo hagamos, los gustos de los lectores, porque el mercado manda. Y, cómo no, como bien dices tener un carácter y esa capacidad de interesar y conseguir que la gente te siga y se interese es también un factor que puede ser determinante. Haber creado y consolidado una red de “amigos” es algo que, en estos tiempos, ayuda muchísimo.
A veces, es verdad, la calidad literaria no lleva al éxito. He leído novelas de autores independientes muy seguidos en las redes y con unas ventas más que notables que me han parecido malas. Luego he leído cosas de otros autores en la sombra que me han parecido más que interesantes. Sí, puede que eso tenga que ver con que en las redes sociales unas buenas campañas hacen más que un estilo literario fabuloso. Y, en realidad, poca diferencia parece haber con el mercado tradicional. Tal vez un editor busca buenos escritores, pero desde luego no le hará ascos a alguien que tenga cien mil seguidores ni tampoco dejará de promocionar a su escritor estrella aunque haya escrito un truño. Escriban lo que escriban unos y otros, dirán que es lo mejor de lo mejor, tendrán su respaldo mediático y su correspondiente respuesta en la masa. Así son las cosas.
De nuevo, todo esto se trata de un negocio. Por muy idealizado que podamos tenerlo nosotros, los escritores que amamos la escritura, e incluso los lectores, que aman leer, esto es lo que es: un mercado. Aspiramos a publicar, a consumir literatura de calidad (esa calidad que hemos intentado definir tantas veces) y a generarla. Pero depende de la cultura de la gente, de sus inquietudes, etc, y no sé si se está preparando un mercado ideal para un futuro halagador. O quizá me equivoco, no tengo mucha idea de esto. Quizá sea el mejor mercado para nosotros.
Parece que el número de lectores desciende, pero al mismo tiempo hay muchos más escritores y editoriales que se tiran a la piscina. No sé si unos y otros no conectan, o como leí hace poco, hay demasiados escritores que no han leído lo suficiente. Era una dura crítica que no llegué a terminar. Pero ese pensamiento me ha asaltado más de una vez: escritores que no tienen ni idea de lo que se traen entre manos, que no están interesados en leer, si no sólo en escribir. Es curioso…
Y yo puedo considerarme, en cierta forma, culpable también. No es que me avergüence de mi cultura literaria: me he esforzado (y sigo haciéndolo) en leer a los grandes, estudiarlos y comprender mejor qué es la buena narrativa. Pero me gustaría saber más, haber leído más todavía. Aunque, sinceramente, esto no es garantía de nada. Y tampoco soy tan elitista y estúpido para pensar que sólo un académico es capaz de escribir los mejores libros. Algunos escriben MIERDAS y he leído cosas de escritores con pocos estudios que eran fabulosas.

Ahora, leer mucho y haber estudiado otro poco, brinda los recursos narrativos y el lenguaje para expresarnos de la manera más acorde a nuestros intereses como autor. Esto es que es de cajón. Bueno, no tengo muchas ganas de meterme en estos jardines. Sólo diré que acercarse a ciertos escritores es casi una obligación, entre otras cosas para no mojarnos en los pantalones cada vez que escribamos una de esas frases llenas de sentimiento o pongamos un punto y coma en el lugar adecuado. Es decir, para que nos demos cuenta de dónde nos encontramos cuando escribimos nuestras “cositas”. Leer a Hamsun, a Steimbeck o a DeLillo, por ejemplo, es un buena cura de humildad; o un referente ideal; o la forma de comprender hasta dónde podemos llegar y hasta dónde no y pulir con modestia lo que somos.
Un escritor debería buscar su camino en los libros antes o mientras escribe. Hacerlo sin estar interesado por lo que es tu material básico de trabajo es demostrar vagancia, además de un poco de soberbia y de estupidez. Por eso es porque han proliferado tanto los servicios literarios. Se nos ha convencido de que es muy fácil escribir, que todo el mundo puede hacerlo, pero que al mismo tiempo tienes que hacerlo sin errores gramaticales y, para ello (no te preocupes), no hay nada mejor que pagar a un corrector ortotipográfico para que haga el trabajo sucio.
No. Lo siento. En mi opinión, el BUEN escritor DEBE escribir bien en todos los sentidos.
¡Claro que luego será necesario que alguien relea nuestro trabajo y corrija esas cosillas que se nos han escapado! Pero normalmente de esto se hace cargo la editorial. Y un escritor no paga por ello (aunque en realidad sí lo hace al entregar el 90% de los derechos de su obra a la editorial).
Pero, si somos escritores autoeditados, joder, qué menos que hacer ese esfuerzo, ¿no? Más cuando es muy probable que lo que pagas por uno de esos servicios literarios no vayas a recuperarlo nunca vendiendo esos mismos libros tan bien corregidos.
Para mí un escritor necesita ser su primer corrector y su primer crítico para ir por el buen camino.
Yo he sido estúpido y soberbio. Y, ¿por qué no?, sigo siéndolo. Yo también creo que lo que escribo puede interesar a la gente, que mis libros pueden estar al lado de otros grandes escritores y que alguien puede decidir llevarse el mío antes que el nuevo de Stephen King. ¿Qué le vamos a hacer? Pero también he tenido muchas veces ese pensamiento: no hace falta escribir más, todos los buenos escritores ya lo hicieron antes que tú. Sobras.
En realidad es mentira. La forma de escribir y de ver el mundo cambia cada segundo. Yo necesito a más escritores como Bukowski. Me he leído casi todo lo que ha escrito este tío. QUIERO MÁS. Y me entretengo recreando mis propios universos mientras tanto. Porque escribo para mí, para saciar mis ganas de lectura. Me releo y paso el rato. Con otros escritores me resulta más difícil, aunque no me canso de intentarlo. Me aburro de lo que me cuentan y de su forma de contármelo.
Y nada de lo que acabo de decir me hace mejor escritor ni mejor lector. Simplemente busco rellenar un vacío escribiendo. Si eso me lleva a algo, a publicar, a que me lean personas con gustos afines a los míos, a seguir publicando, pues fenomenal.
Y bueno, podemos entrar más profundamente en este tema: que si el escritor escribe para ser leído, que si no, que si tal, etc. Sí, se escribe para ser leído. Pero como digo, primero creo que tenemos que escribir para gustarnos a nosotros mismos. Para leernos nosotros con un sentido crítico exigente. Los habrá que escriben para un mercado, con el ojo puesto en lo que se lleva ahora, yo qué sé. Pero me parece que los grandes libros, los que han perdurado, se han hecho a base de algo más profundo que mirar las estanterías de los más vendidos. No digo que sea malo escribir para vender. Pero, lo siento, yo (en la mayoría de las ocasiones) no consigo disfrutar de esa literatura. Y eso que, para mí, entretener debería ser la base principal de cualquier libro.
(Esta carta continúa el 14 de julio.)
Lo bueno sería escribir para vender y escribir para complacerse uno mismo, de este modo cubrimos dos necesidades, de distinta índole. En el fondo, los problemas que abordáis en vuestro intercambio epistolar, o por lo menos en lo que he podido leer, son comunes a muchos oficios y profesiones. La música, por ejemplo. Tengo un cuñado que tiene la carrera de música y ama el jazz pero no puede vivir de él, es muy bueno y tiene unas excelentes críticas. Hace bolos y toca en alguna institución de ricachones pedantes o snobs que hacen negocios mientras los escuchan de fondo. Aparte se ha montado un grupo con otros músicos diferentes para tocar éxitos populares en fiestas y va de pueblo en pueblo y esto último le genera más ingresos que su “amor” verdadero. Escuchándole hablar plantea lo mismo que vosotros, la calidad, el mercado, etc. Canciones que son una mierda y facturan millones (porque tienen toda la maquinaria de padrinos y marketing detrás, el equivalente o más a esa red de redes sociales que debéis cebar)
Ocurre que cuando nos ponemos la boina de algo concreto que amamos lo convertimos en nuestro universo y parece que no somos capaces de compararnos. En cuando a los ingresos (vuestro injusto 10%) ¿qué me decís de los becarios? Gente que ha terminado dos carreras y domina dos idiomas compartiendo piso con cinco compañeros porque le pagan una mierda y esto se generaliza. Eso si no le mandan pelas lo padres. Por supuesto, ambas situaciones me parecen crueles.
En cuanto al “entrenamiento”, más de lo mismo, el escritor debe leer y leer y una entrenador de fútbol se tirará miles de horas viendo vídeos de otros equipos y entrenadores. Con una salvedad, el escritor no puede (no debiera) copiar ningún estilo, por lo menos el de las vacas sagradas, sería su descrédito, se notaría mucho. Así que leer y leer para poder definir un estilo propio, con suerte.
Yo, que no soy escritor (por todos esos sacrificios impagables que contáis, por la edad y los ánimos que lleva aparejados) lo tengo claro. Escribo (blog) para ser leído, más tarde o más temprano, más o menos, a ser posible lo primero. Aunque eso no me impide soñar. Pido disculpas por el speech, pero os entiendo. Saludos.
Completamente de acuerdo. Siempre he pensado que este es un trabajo más, sin más o menos glamour que cualquier otro, que fregar un váter, por ejemplo. En la continuación de esta carta es, más o menos, lo que planteo.
Y te doy la razón: si uno quiere intentar vivir de esto tiene que buscar estrategias, estudiar y entender el mercado y escribir para vender; y luego puede dedicarse a escribir sus cosas más personales. Pero uno aspira, como en todas las artes, a hacer lo que verdaderamente le gusta, y nuestro sueño es que ambas cosas sean compatibles: escribir para un mercado ansioso de nuestras letras. Hay gente que escribe para vivir por encargo y luego se dedica a los proyectos que le gustan. Yo no tendría problema en hacer esto, la verdad. Creo que lo pasaría bien.
Me gusta que la gente participe y aporte experiencias y opiniones diversas. Este intercambio está vacío sin «speeches» como el tuyo. Encantado, de verdad. Muchas gracias. Un saludo. 🙂
Por cierto, me olvidé de desearte una pronta recuperación de tus achaques. Lo hago ahora. Saludos.
Muchas gracias. Eso de «achaques» ha sonado a viejales, pero es que es la pura verdad… 😦 Espero recuperarme pronto y trotar de nuevo por los montes malagueños. Un abrazo.
Mientras espero a la segunda parte, comento un par de cosas. En realidad, hay poco espacio para el debate porque básicamente estamos de acuerdo, tanto contigo como con Antonio.
Reconozco que me dan rabia los escritores que publican (y venden) sin ser lectores. Me parece una falta de respeto y una farsa, pero claro, no es más que mi intrascendente opinión.
Yo escribo para ser leído (de esto hemos hablado en muchas ocasiones), y como quiero ser leído, me parece un requisito imprescindible que lo que escriba primero me guste a mí. Estoy muy de acuerdo con que el autor debe ser el primer control de calidad de su propia obra. Si yo no estoy satisfecho con lo que he creado, ¿para qué narices se lo voy a dar a leer a nadie?
Lo lógico es que conforme uno escribe más, lee más y, por tanto, aprende, el nivel de autoexigencia aumente, de manera que cada nuevo trabajo sea mejor que el anterior. Al menos yo entiendo que eso sería lo ideal.
En cualquier caso, mis dudas/quejas están más relacionadas con mi incapacidad para encontrar la clave que me lleve a alcanzar a los máximos lectores posibles que por considerarme maltratado/menospreciado/incomprendido. Nadie me obligó a pretender vender libros, así que las dificultades forman parte del pack y no es problema de otros lo que a mí me cueste o deje de costarme.
Seguimos.
¡Un abrazo!
Reblogueó esto en la recachay comentado:
Ya hay respuesta a mi última ‘carta a un escritor’. Ahora bien, le ha quedado tan larga, que Toni Cifuentes ha decidido dividirla en dos partes. De momento, la primera es tan interesante como de costumbre. No os la perdáis.