¡Hola, Benjamín!
Leí «La cooperante», la novela corta que estás publicando por entregas en Salto al reverso y que regalaste completa a aquellos que nos apuntamos a tu boletín de noticias. Me entretuvo mucho, me tuvo en vilo pendiente de unos y de otros. Tiene un comienzo con mucha fuerza y mantienes la intriga muy bien. En el sexto capítulo la aparición de Mariano, Sorayita y el resto transforma un poco la línea que llevabas. Por una parte tenemos la crítica política, el tono cómico y el thriller de espionaje, y la verdad es que me gustó mucho más la parte del thriller, aunque no pude dejar de sonreírme con la parte crítica y cómica. Quizá es que esperaba que las cosas fueran a más, pero en un formato como éste uno debe atar corto la historia y, aunque está claro que el destino de alguno es el que muchos españoles desearía, yo me quedé con ganas de más sangre.
En «La cooperante» aparecen muchos personajes y la acción está muy bien llevada, pero te confieso que en algunos momentos no tenía muy claro quién era quién (y éste es un problema más mío que tuyo), y los saltos y omisiones de información (necesarios creo para, de nuevo, contener la historia) dejan a veces una sensación de pequeño vacío, de ganas de saber más. El optimismo del final empezó a mosquearme, hasta que… cierras todo como se merece. No daré más pistas. 🙂 En algún momento pensé, y lo vi claro, que «La cooperante» podría convertirse perfectamente en una miniserie de Tele5. Para ser un trabajo que hacías mientras escribías otras tantas cosas, está francamente bien. Te felicito. Me hiciste pasar unas cuantas noches muy entretenidas.
Pasando a otro tema, he de confesarte que Auster no es un autor que haya leído mucho. Me decías en tu carta del pasado cuatro de noviembre que es uno de tus autores referentes. Empecé a leer dos ensayos biográficos suyos, «Informe del interior» y «Diario de invierno», que dejé (no por nada, sino porque soy así de gilipollas), y en lo que más avancé fue en un trabajo recopilatorio que realizó tras participar en un programa de radio. El libro lleva por título «Creía que mi padre era Dios». Auster seleccionó 179 relatos de entre cuatro mil que recibió a lo largo de un año en un programa de la Radio Pública Nacional y que él llamo Proyecto Nacional de Relatos. Salió publicado en el año 2000. Esa selección, según Auster, es una especie de retrato de los EE.UU. de finales de siglo XX, aunque no los escogió buscando un «equilibrio demográfico», sino: «Únicamente (…) basándome en sus méritos: por su humanidad, su autenticidad y su atractivo». No sé por qué lo dejé pero es de esos libros, como otros tantos, que terminaré algún día. Y lo empecé a leer porque cuando uno escribe ficción procura que ésta sea lo más creíble posible. Buscaba historias cercanas de las que contagiarme. No importa si uno habla sobre monstruos o sobre lugares pasados o futuros: lo que hará que el lector disfrute de una historia es que sea capaz de creer que eso sucedió, pudo suceder o sucederá alguna vez.
Auster es uno de esos autores que tengo pendientes, igual que muchos otros. Este año he descubierto a Bukowski (éste me ha cogido bien, nada menos que seis libros me he leído y tengo otros dos muy avanzados) y a Fante (del que solamente he leído la magnífica «Pregúntale al polvo» y ya se ha convertido para mí en un indispensable). Tal vez el año que viene llegue a intimar del todo con Auster.
Y yo te preguntaba esto de los autores en mi carta anterior por algo. En mi propia búsqueda y aprendizaje (proceso que no ha llegado a su fin y no sé si lo hará alguna vez), he llegado a comprender el porqué de que determinados autores me gustaran más que otros, por qué me entusiasmaba con unas novelas y otras me dejaban igual o, simplemente, abandonaba. Analizar un poco a estos autores comunes me ha llevado a comprender mejor qué es lo que quiero escribir y cómo quiero escribirlo. No se trata de imitar a un autor o a un conjunto, sino de descubrirse a través de ellos y madurar con un conocimiento pleno del lugar al que queremos dirigirnos. En el pasado di demasiados golpes al aire. Supongo que seguiré haciéndolo, pero en algún momento reventaré esa piñata. No sé qué tendrá dentro, tal vez sea nada más que aire, o a lo mejor intestinos llenos de mierda, pero la haré pedazos.
Yo releeré a Bukowski todas las veces que haga falta, copiaré párrafos de Chéjov y los estudiaré, los compararé con otros de Carver, y lo seguiré haciendo hasta que entienda por qué escribo lo que escribo y de qué manera puedo hacerlo mejor.
Goldman para mí también es un autor importante. Dos novelas suyas, «La princesa prometida» y «Marathon Man», aparecen en MI lista de novelas que hay que leer. «Marathon Man» la leí mientras trabajaba de operador de cabina en el cine de mi ciudad. Era lo que necesitaba y Goldman me lo dio. Me gustan las novelas cercanas al formato cinematográfico, donde predomina la acción y el diálogo y los personajes tienen un carácter muy marcado y reconocible, donde la estructura a veces bien puede compararse con las de cualquier «vulgar» best-seller y donde tal vez haya más técnica que una búsqueda artística del autor. A mí, la verdad, no me importa demasiado. No busco tanto un estilo en cualquier cosa que lea como entretenerme. Supongo que si ese entretenimiento alcanza diferentes niveles, lo apreciaré más o menos. Y es curioso pero si esto podría llevarme a leer cualquiera de esas novelas que terminan leyendo millones de lectores, pocas veces me he llevado a los ojos novelas que lo están petando y que no hayan terminado por decepcionarme. Las he dejado casi todas. La última, como ya comenté, fue «El marciano», que parece haberse convertido en una muy buena película de Ridley Scott. Intuí que esto iba a ser así mientras leía el inicio, que esa novela era un guión perfecto para una buena película. Pero como novela me parece muy mala. Un asco. Es una opinión personal.
¿Entonces? Supongo que, al final, quiero sentir que hay un escritor al otro lado que quiere decirme mucho más, que consigue transportarme a su universo de una manera casi mágica, como esos pasajes de «Crónicas marcianas» donde uno siente dentro la nostalgia de Bradbury y su añoranza de la niñez. Y, aunque no me he terminado «Crónicas marcianas», entiendo por qué ha llegado a cautivar a tantas personas. (Tengo cuatro recopilaciones de cuentos de Bradbury; fue un autor que me marcó también.) Estoy seguro de que lo terminaré de leer algún día. De hecho, creo que lo hice hace muchos años, pero lo he olvidado.
Es curioso pero recuerdo una novela en la que también llegué a sentir una gran fuerza y ésta fue «El ocho», de Neville. Pero la historia y su arrogancia terminaron por cansarme. Entendí perfectamente que la potencia de sus imágenes y sus personajes atrayeran a tantos lectores. Quizá Neville se dejó someter por la industria y algo que tenía alma se fue por el sumidero.
Parece que autores y lectores, lectores y autores, tenemos una conexión psíquica que sólo se me ocurre definir como mística o extracorpórea (alguna pollez de estas) y cuyo vehículo es una página impresa o unas letras sobre una pantalla, el libro que abrimos y empezamos a leer. No siempre pasa esto, claro. Y cuando sucede es algo maravilloso. Siempre tiene que quedar algo del escritor en lo que escribe para que haya merecido la pena haberlo escrito.
También con Tolkien se siente ese optimismo y ese amor por la naturaleza. Leyendo a Tolkien uno cree que este hombre conoció a los enanos y hobbits de la Tierra Media de primera mano, que convivió con ellos, que tomó cervezas y contó chistes alrededor del fuego y oyó sus historias para luego poder escribirlas. Eso no suele encontrarse en muchos autores. Otros tienen otras cosas. Yo busco eso: saber que están ahí.
En cuanto a aprender a leer, hablamos mucho en el pasado de este tema. Yo sigo aprendiendo a leer porque, como te digo, creo que es fundamental para entender qué quiero ser como escritor.
No sé, leí hace poco a alguien, creo que a Bukowski, que decía que los autores que hablan tanto sobre escribir no terminan llegando a nada. No sé si es esto exactamente lo que decía. Sea lo que sea, era más o menos así y me sonreí, entre otras cosas porque hay muchos autores de éxito que dedicaron su tiempo a hablar sobre la escritura y gracias a los cuales he podido aprender un poquito y otros escritores pueden aprender a ser mejores. No sé si me servirá o no de algo a mí. Yo, cuando hablo de por qué escribo o no escribo y por qué pienso lo que pienso, en realidad lo hago para fijarlo poco a poco en mi cabeza. La mayoría de cosas que he escrito en estas cartas las he ido olvidando y algunas creo que son buenas reflexiones. Cuando releí las cartas que nos enviamos durante la temporada pasada, me di cuenta de que decíamos cosas interesantes que podían haberme servido hace muchos años y que estoy seguro pueden servir a muchos escritores que empiezan. Yo no lo hago para ayudar a nadie, para serte franco. Desde luego, me encanta hablar contigo (y éste es uno de los motivos). Lo hago para ayudarme. Puro egoísmo. Pero he encontrado en ti a alguien que tiene deseos muy parecidos a los míos y lucha por alcanzar esos sueños, y esto me parece un acto de valentía, algo que me merece todo mi respeto y admiración, y que no suelo encontrar en muchas personas, sobre todo en lo que se refiere al mundo de la escritura. Sí, es verdad, cada día me topo con alguien que acaba de escribir una nueva novela o que se ha autoeditado y lanza sus alabanzas de su propio producto. Pero creo que muy pocos de ellos quieren luchar de verdad. Creo que tú quieres luchar. Siento que es así. Llevas haciéndolo durante todo este tiempo. Yo también quiero luchar.
Y, bueno, debería hablar ahora de otras cuantas cosas, cuánto he escrito en estos últimos meses, lo que he leído, nuevos contactos con gente interesante, algún que otro contrato editorial que espero llegue a buen término, pero ya llevo demasiado. Nos acercamos al final del año, así que si me escribes antes de que termine este 2015, supongo que en mi siguiente carta hablaré de todo eso.
¿Qué tal la novela? Ya he visto que has avanzado mucho estos días. Yo sigo desconectado de internet todo lo que puedo. De otro modo, no podría centrarme todo lo que deseo y necesito. Me pierdo muchas cosas, sin embargo considero que no puedo hacer otra cosa.
Nos seguimos leyendo. Espero tu siguiente carta.
¡Un abrazo!
Muy interesante, como siempre. A mí también me encanta charlar contigo y tengo esas mismas sensaciones que comentas. Yo voy en serio, desde luego. Soy escritor y aspiro a ser uno cada vez mejor. Me tomo muy en serio mi trabajo, con el que disfruto muchísimo, pero que también me provoca dolores de cabeza. Ahora sé que escribir es lo que más sentido da a mi vida, no por ninguna razón mística, sino porque es el medio que me ofrece mayor libertad para expresarme tal y como soy. Cuando acabo un artículo para el blog, un relato y no digamos ya una novela me siento bien, realizado como persona; siento que he liberado algo importante que necesitaba compartir.
‘La cooperante’ ha acabado siendo algo que en ningún momento planeé. Empecé a escribir sin más pretensión que divertirme y proporcionar a los lectores de ‘Salto al reverso’ algo entretenido y que pudiera arrancarles alguna sonrisa, pero lo dejé a medias cuando me puse en serio con ‘Con la vida a cuestas’. De todas formas, tenía la espinita clavada de no haber completado la historia, así que antes de ponerme con la nueva novela decidí darle un desenlace digno.
Es evidente que quedan muchos huecos y que podría haber exprimido mucho más los personajes principales, pero no quería que se acabara convirtiendo en una novela larga y sí, en cambio, aprovechar para poner a caldo a quienes están poniendo a caldo a todos los españoles decentes. En cualquier caso, dejé ese final abierto con la idea de, quizás, retomarla algún día.
Leí hace unos meses ‘Informe del interior’, de Paul Auster. Como siempre, me encandiló esa prosa tan ágil. El libro flojea en la parte final, mucho menos interesante que esos recuerdos de infancia, que reflejan esa sociedad estadounidense del sueño americano tan popular a este lado del charco gracias al cine. Me resultó muy interesante conocer el ambiente familiar del pequeño Paul y cómo fue desarrollando una personalidad y un pensamiento crítico tan diferente del cliché.
Me gustaron mucho las disecciones de las dos películas que hace, pero me dejó bastante frío esa última parte en que el protagonismo es para las cartas que envió a su primera esposa. Quizás el hacerlas públicas le sirviera como ejercicio de revisión de su historia personal, pero creo que al lector le aportan muy poca cosa.
En cuanto a ‘El ocho’, ya comenté en algún sitio que me parece la novela más pretenciosa y arrogante que he leído en la vida. Me sentí estafado. Con Tolkien, en cambio, tengo esa misma sensación de familiaridad con todos esos personajes fantásticos.
Antes de final de año te escribiré de nuevo. Me apetece hablar de las críticas, de lo políticamente correcto que acostumbra a ser todo el mundo, como si decirle a un escritor que su novela no te ha gustado fuera el mayor crimen del mundo. Parece un tema tabú en el mundillo, una absurdidad más entre tantas con las que convivimos a diario.
En cuanto a mi novela, avanza a buen ritmo, mejor de lo que esperaba. Llevo 60 páginas (de libreta) y casi completados los dos primeros capítulos. Al final no pude contenerme hasta tener a todos los personajes y la trama perfectamente definidos, y comencé a escribir. Tenía varias escenas muy claras en la mente y decidí trasladarlas al papel, cosa que, como esperaba, me ha ido enseñando el camino y ofreciéndome respuestas a las dudas que me planteaba.
Espero teclear algunas páginas pronto y pasártelas, a ver qué impresión te causan.
También tengo a medias la corrección de ‘Memorias de Lázaro Hunter’. He decidido lanzar la novela antes que la adaptación al cómic. Será algo más larga que ‘La cooperante’ y creo que puede ser un buen reclamo para lo que vendrá después. De todas formas, aún tengo que decidir cuándo me pongo a ello.
Muchas cosas en la cabeza, como siempre. Pero eso es bueno, ¿no?
¡Un abrazo!
El tema este de lo políticamente correcto, la reciprocidad mal entendida, el amiguismo endogámico retroalimentado, sí, es un tema que da para mucho y, desde luego, una de esas cosas que en los últimos tiempos me ha hecho alejarme bastante de las redes y centrarme en escribir y probar suerte en el mundo exterior. En cuanto a la crítica, considero que para un producto ya terminado, si es mala, algunos pueden considerarla como un ataque, envidia, no entiende de lo que habla, etc, y si es buena sirve poco más que para inflar el ego, que a veces viene bien, no digo que no. Si es una crítica a un autor consagrado, sirve para practicar un poco y afinar el ojo del que critica y aprender y comprender más si uno es aspirante a escritor; si es para un autor que comienza, dependerá de la valoración que le tiene al crítico y de su propia madurez. Me parece complicado el asunto y por eso suelo agachar la cabeza, excepto cuando, como es tu caso, se me pide o me ofrezco a ello porque entiendo que va a servir para algo y que se entienden mis palabras como un intento de ayudar, por supuesto, desde una opinión puramente personal. Recuerdo una vez, hace mucho tiempo, que le pasé uno de mis cuentos a un buen amigo. Se leyó mi relato en el metro y le pregunté: «¿Qué te ha parecido?». Me dijo que le había gustado mucho. Pero yo insistí: «Lo que quiero saber es qué crees que está mal, dónde te parece que puedo mejorar, los puntos flacos de mi escritura». Me miró muy serio y me dijo: «Tío, tienes que pensar que me parece que me has superado en esto. No puedo ayudarte». No me hizo sentir bien, si no al contrario. Yo quería tener a mi lado a alguien que me guiara. Han pasado casi 20 años desde ese día. Está claro que éramos muy jóvenes y nos faltaba mucha experiencia. Ahora ya no sé ni dónde está este gran amigo. Pero ojalá hubiera encontrado a alguien que me hubiera puesto los puntos sobre las íes, como se suele decir: hubiera ganado mucho tiempo. No quiero decir con esto que yo pueda ser ese alguien para ti o para otra persona. Aunque considero que soy mejor crítico que escritor, todavía me queda mucho por hacer y aprender y temo a veces decir cosas inconvenientes que puedan perjudicar más que beneficiar. Intento hacerlo todo lo bien que puedo y ojalá en el futuro tenga las herramientas y el tiempo como para echar una mano a quienes me lo pidan. También a mí me puede muchas veces eso de lo políticamente correcto. Si algo falta en este país y en concreto en esto de la literatura son personas que tiendan la mano, crean en tus posibilidades y ayuden con un criterio de calidad lo más objetivo posible. Ojalá, repito, pueda reconocer en el futuro a potenciales grandes escritores y pueda hacer algo por ellos. Claro que, después, dependerá de su actitud y de si son capaces de aceptar las malas críticas constructivas. En fin, que el tema da para largo. A ver si para el año que viene podemos tener una charla in person. Creo que, esta vez, si todo va bien, podremos reunirnos. Espero tu carta. ¡Un abrazo!
Sabes que me encantaría tener ese encuentro. 😀
A ver, a ver… Quizá en febrero. Te mantendré informado con tiempo para que fijemos un día. 😉
Reblogueó esto en la recachay comentado:
En su última carta, Toni me comenta qué le ha parecido ‘La cooperante’, entre otras muchas cosas. También habla sobre Auster, Bukowski, Goldman, Tolkien…, esos autores que son capaces de hacer algo mucho más difícil que escribir: conectar con el lector, esa sensación mágica que experimentamos cuando más que leer sentimos que formamos parte de la historia.