Sábado, 8 de agosto de 2015

David_Foster_Wallace

¡Hola, Benjamín!

Parece que la previsión del tiempo augura (porque más que una ciencia, esto del clima me parece una tirada de cartas de tarot; más que climatólogos yo los llamaría climatistas), decía que parece que la previsión auspicia bajada de temperatura. Lo malo se suele olvidar y supongo que las crónicas climatológicas no son algo que se fije en el cerebro por mucho tiempo ni de forma fiable, pero este verano de 2015 va a ser la excepción. Desde finales de julio esa ola de calor africana nos ha exprimido. Hemos pasado los días con las persianas bajas y el aire acondicionado, como si viviéramos en una cueva, y ojalá hubiera sido así: recuerdo que cuando trabajaba en Ardales la temperatura media de la caverna en la que me metía a enseñar estalactitas y estalagmitas y arte rupestre a un grupo máximo de quince personas estaba en torno a los 17 grados. No tengo que irme muy atrás en el tiempo. Durante estos dos últimos días el cielo se ha enturbiado y las terrazas y calles se han cubierto de polvo rojo. Ahora espero que esas previsiones se alarguen hasta el final del verano y podamos empezar a vivir.

No suele ser el verano mi época más fructífera, pero a pesar de este calor horrible he conseguido terminar un buen puñado de relatos. Ahora lo que estoy haciendo es, a falta de una rutina, escribir cartas de presentación y propuestas literarias. Sí, me he empeñado en que una editorial o, incluso, una agencia literaria se haga cargo de mi trabajo. Por algún lugar he leído que una agencia es la condición para profesionalizarse de verdad en el mundo de las letras. Yo no tengo la menor idea. No he leído mucho del asunto. Sólo me dejo guiar por mi intuición y, sobre todo, mis necesidades. Estoy seguro de que la posibilidad de vender muchos libros en formato digital o autoeditados en papel es muy real. Ya conocemos casos. También es verdad que requiere de mucho esfuerzo, pero suficiente tengo yo con dedicar unas seis horas diarias a escribir y otras tantas a darle vueltas a la cabeza como para ponerme en contacto con librerías, enviarles libros, inventar promociones, estar pendiente de las redes sociales, etc. No digo que no pudiera hacerlo. Si este buen puñado de correos que estoy enviando durante estos días no reciben ninguna respuesta positiva, no me quedará otro remedio.

Ya hemos dicho más de una vez que la labor de un escritor es escribir. Creo que a esto se añade la de promocionar, ir de feria en feria, asomarte a librerías, dar alguna charla, todo esto es muy bueno para un escritor y, aunque le reste tiempo, repercutirá en su beneficio, no hay duda. Pero, como digo, si puedo delegar según qué cosas, mucho mejor. Además, aunque no es garantía, se supone que si publicas con una editorial, como mínimo ésta se interesará por los futuros trabajos que termines. En el caso de un agente, se dedicaría a mover tu libro para encontrarle editor. Y, esta mañana, hablaba precisamente de esto: hasta qué punto los agentes son o no críticos de verdad con el trabajo que les envía su “cartera de clientes”. Si no se limitan a echarles un vistazo, desbrozar un poco, sugerir algunas cosas, y luego enviar a esa editorial esa nueva novela como la mejor jamás escrita por su escritor. Si todos esos libros que saturan las estanterías de los centros comerciales, sección Librería,  junto a los videojuegos, los discos y los deuvedés, no están ahí por culpa de esa falta de rigor y sinceridad. Comentaba con este amigo (Pablo) esta mañana que, en mi ensoñación fantasiosa, si yo llegara a estar en manos de un agente, se podría dar el caso de que les enviara un truño y ellos me convencieran de que no, de que aquello era bueno y persuadieran a su vez a alguna editorial de publicarlo. Le decía que no me gustaría verme en ésas, que antes prefería que me dijeran: “Chico, esto es una mierda. Inténtalo de nuevo”.

Repito, no sé si esa dependencia de los agentes de sus propios escritores y, a su vez, de determinadas líneas editoriales y necesidades culturales del mercado demandante, nos está llenando de mierda. En la próxima carta, o en algún artículo suelto, lo mismo hablo de David Foster Wallace y un artículo suyo sobre la cultura de consumo rápido y sobre qué es para él un buen libro. Wallace no se muerde la lengua. No estoy del todo de acuerdo con él, pero es David Foster Wallace y algo de razón tendrá el hombre, que por eso le consideraron uno de los mejores escritores de su generación. Lástima que se suicidara…

Pues así está la cosa. Enviando una recopilación de terror y suspense que espero interese lo suficiente a algún agente literario o a algún editor como para ver por fin un libro mío con mi nombre en la portada y puesto en una librería. Mientras espero, terminaré nuevas cosas y seguiré escribiendo otras tantas, e intentaré centrarme en esa novela que vengo mucho tiempo diciendo que tengo que escribir. Porque los relatos, que yo siempre he considerado la mejor forma de aprendizaje para cualquier escritor, no son algo que interese demasiado a los editores. Otra cosa es que interese o no a los lectores. Es curioso, pero en el mundo en el que vivimos, donde la falta de tiempo es concomitante en la vida de la mayoría de nosotros, no se lean más relatos. A falta de autores españoles contemporáneos o posmodernos, de los cuales no he leído apenas nada, te recomiendo a Cheever, Wells Tower, Carver y al propio David Foster Wallace. Seguro que te gustan.

Y sí, ya tenemos nuestro libro recién salido y, después de casi un mes de trabajo, creo que ha quedado francamente bien. No sé si se mantendrá mucho tiempo en el top 100 de Amazon en la sección Creación literaria y redacción de textos,  o se pondrá número 1 alguna vez en Kobo. Pero bueno, creo que hemos hecho un buen trabajo y estoy muy satisfecho.

Te escribo esto sabiendo que estás en Babia, y que hoy mismo a las ocho participarás en el I Encuentro de las Letras de Babia y Luna. En estos momentos debes de estar mordiéndote las uñas. Ya lo sabes, te deseo lo mejor. Disfrútalo. Ya contarás qué tal ha ido. A tu regreso van a arderte los dedos de tantas cosas que vas a contarnos.

Te preguntaba en mi anterior carta cómo te definirías como autor. Yo veía esos rasgos característicos en tus historias y quería saber tu opinión. Estabas de acuerdo conmigo aunque, añadías, no eras capaz todavía de definirte por completo. Yo creo que este análisis es importante en la medida en que uno puede centrar todas sus energías en depurar lo que mejor sabe hacer, aquello en lo que debería sentirse más a gusto escribiendo, e ir conformando un carácter propio para hacerse reconocible para su público lector. Yo he huido de esto porque me daba miedo pensar que, en mi inocencia, si me publicaban un conjunto de relatos de terror, iba a estar condenado a ser un escritor de suspense y terror. Ahora estoy deseando que me encasillen en esto. Me he dado cuenta de que definirse tampoco supone olvidarse de experimentar, de escribir otras cosas. De hecho esto es bueno para no perder frescura. Es sólo una manera de decir: “Esto es lo que mejor sé escribir y punto”. Y creo que, en mi caso, el suspense y el terror es lo mío. En realidad, para conocerse a uno mismo como escritor no hay más que leer cualquier cosa que escribiera por primera vez. Normalmente esas primeras historias son las más sinceras y nos dan pistas de lo que deseamos en realidad. Tengo historias de hace quince años que, mira por donde, son de terror. Tengo historias de hace veinte años que, aunque pueden considerarse relatos de ciencia-ficción, tienen un componente de misterio y sus finales son sangrientos. La facilidad con la que escribía en los últimos tiempos historias de terror me hizo creer que, al no requerir por mi parte de mucho esfuerzo, tenían que ser malas a la fuerza. Releer historias como El regalo o, incluso, una de las primeras que escribí que puedo considerar trabajos serios, como es ¿Quieres ser mi amigo?, me demuestran, por lo menos dentro de un criterio que no deja de ser el mío –sí espero que crítico–, relatos sólidos y bastante maduros. Así que no tengo más remedio que seguir ese camino y, sinceramente, me siento bastante liberado y entusiasmado ante la idea de saber, por fin, en qué tipo de escritor quiero convertirme. Que el terror y el suspense que beben de lo fantástico hoy día no tienen mucha aceptación no es algo que tenga que preocuparme. Espero que dentro de poco el género se revitalice y empiece a ganar adeptos, una vez olvidados los zombis de los huevos, que copan las listas de ventas.

Esto de definirse dentro de un género, por supuesto, no tiene nada que ver con el estilo. Durante estos últimos dos años he intentado comprender cómo me gustaba escribir y lo he hecho precisamente leyendo a autores que me gustaba leer. Analizando un poco la forma de escribir de éstos y comprendiendo qué me estimulaba a leerlos, he llegado a conclusiones que… voy a tener que dejar para la siguiente carta.

Tengo mucho interés por conocer cómo vas a planificar tu novela, lo cual creo que puede ser interesante como hilo conductor de nuestras cartas y una aportación interesante para quienes nos lean. Eso si no eres supersticioso y piensas que hablar de una novela antes de empezar a escribirla (o incluso de terminarla) da mala suerte. Sé que no es así, así que será muy interesante.

Como te digo, espero que el encuentro de esta noche vaya muy bien. Estoy seguro de que sí. Un abrazo,

Toni.-

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2 comentarios sobre “Sábado, 8 de agosto de 2015

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  1. Recibida, leída y pendiente de comentar. Sí, estoy en Babia, feliz por cómo ha salido el encuentro literario. Experiencias como la de hoy son un chute de energía inagotable. Pronto te cuento y amplío el comentario. Un abrazo!

    1. Yo estoy en tierras segureñas y voy siguiendo tu andadura en los ratos en que llego al hotel y consigo conectarme al móvil. Seguro que será una crónica larga y entretenida. Yo anticipo que he visto a mi primera cierva, cervatillo incluído, en plan salvaje y unos parajes de ríos y montañas que merecen mucho la pena. Y pinos centenarios (en algún sitio he leído que incluso milenarios) sorprendentes: joyas impresionantes de nuestros bosques del sur. Un abrazo!

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