Lunes, 20 de julio de 2015

¡Hola, Benjamín!

Hoy el día en Antequera ha amanecido algo más fresco. Estos días atrás han sido terribles y lo peor es que parece que no tendremos mucha tregua. Esta ola africana va a terminar con nosotros… Estoy intentando escribir lo que puedo, pero como el calor me embota y el aire acondicionado me obliga escribir en el comedor, donde no puedo concentrarme todo lo que debería, me he visto en la obligación de ponerme a corregir. Además de a nuestras cartas, estoy echándole un ojo a algunos relatos porque me apetece ponerme con una recopilación nueva de terror (esa recopilación que llevo tanto tiempo diciendo que algún día haré). Con algunos relatos de ‘Autotomía’ y otro buen puñado de nuevos, me gustaría sacar un ebook, a falta de que vaya terminando más historias y pueda conseguir una recopilación más sólida. No quiero estar pendiente de lo que vendrá porque, sencillamente, puede tardar más o menos y yo quiero empezar a lanzar al mundo mis cuentos. Quiero dejar ese rastro de miguitas de pan, aunque sea para olvidarme de él, y seguir con otras cosas.

Precisamente al comenzar la selección, de entre esos 70 relatos que tengo, me he dado cuenta de que no hay, digamos, una línea común que me permita sentirme del todo satisfecho. He tocado muchos géneros y temáticas, incluso estilos, y cuando me pongo a rebuscar y releer, no veo un conjunto suficiente que sea armonioso ni una progresión en un género concreto. Tengo cuatro relatos decentes de terror, otros cuatro de realismo mágico, otros pocos de realismo sucio, algunos de ciencia-ficción blanda con giros hacia el terror, otros poquitos más fantásticos, y un puñado de inclasificables. (Y la culpa de todo esto la tienen los concursos de relatos.)

Hace tiempo pensé que esto podría ser estimulante para el lector, reunir historias que poco o nada tenían que ver unas con otras, pero es verdad que, sobre todo cuando uno comienza, no está mal que comiencen a identificarte con un género, para bien y para mal. Además, cuando uno abre un libro desea encontrarse con algo y, a no ser que le des un producto mucho mejor de lo que esperaba, no hay que decepcionarle. Yo quiero escribir ficción especulativa con predominio del terror. He ido aprendiendo muchas cosas durante estos años y unas cuantas veces he llegado a decirme (incluso lo tengo escrito en algún documento): “empieza como una historia infantil, desarróllala como una ficción y termínala como una historia de terror”, lo cual convierte mis historias en historias de terror.

Parece que, en un principio, tener un género en la cabeza constriñe demasiado el pensamiento y la creatividad, pero no es así. Una historia de terror no tiene que parecerlo, aunque, al final, en algún momento, nos demos cuenta de que las cosas van a ir muy mal y que alguien va a terminar muriendo. De hecho, el lector que se acerque a ese libro con una calavera llena de gusanos en la portada está esperando que algo malo ocurra en algún momento y eso es lo que le anima a seguir (además de un buen estilo, claro). Eso también sucede en la ciencia-ficción y en otros géneros (que es lo que los define como tales). El escritor debe entregarse a la escritura de forma completamente libre, sin esas normas restrictivas en la cabeza, aunque determinados elementos que surjan o un final inexorable de la historia –que debe dominar–, terminen por encasillarle.

Yo le he dado muchas vueltas a esto y todavía sigo buscando un equilibrio. Muchas de mis historias podrían convertirse en historias de terror aunque no las concebí como tal, y es muy posible que siga sin terminarlas porque no pensé en ellas de esta manera. Mi motivación verdadera en la escritura es, quizá, el terror o, por lo menos, lo fantástico. Tengo que aclararme y ello me conducirá a terminar muchas cosas y a sentirme mucho más cómodo cuando escriba.

Todos los géneros tienen unas características muy bien definidas y es muy difícil transformarlas porque, sencillamente, convertiríamos ese género en otra cosa. Si somos unos genios, podemos crear nuevas corrientes. Sin embargo, aun así, es muy posible que determinados elementos sigan ahí definiendo y catalogando nuestras historias dentro de un conjunto mayor. Por ejemplo, el terror es muy probable que contenga un elemento distorsionador extraño que conduce irremisiblemente al dolor o la muerte de algún personaje y las historias, casi siempre, terminan o con un final desolador o, después de toda una secuencia de fatalidades, con un pequeño brillo de esperanza. El género policíaco comienza con una muerte y los personajes centrales normalmente son investigadores que pretenden resolver el misterio entorno a ese fallecimiento. Etc.

Un escritor puede jugar con determinados elementos pero, al final, si conoce realmente el género donde se siente a gusto y que domina, tendrá que asumir que hay cosas a las que habrá que someterse. Yo estoy en ese camino de búsqueda y convencimiento de los lugares donde me siento mejor a la hora de escribir; por mucho que, al final, le dé vueltas a lo mismo, la clave residirá en sacarle toda la chicha posible. Así un escritor puede llegar a ser mejor. Cuando uno piensa en la carrera de muchos escritores siempre hay elementos comunes aunque las historias parezcan muy diferentes. Eso les convierte en quienes son y les vuelve identificables para un público.

La cuestión es que me he puesto a escribir porque ahora estoy con las cartas, realizando algunos retoques, repasando cosas, y me parece que hablamos de muchas cosas y muy interesantes. Me parece que, como me decías en tu anterior carta, nuestro libro no tiene nada que envidiar a muchos otros que hablan sobre el proceso de escritura y, desde luego, estoy seguro de que será muy útil para quienes se planteen esto de lo que llamamos “la aventura de la autoedición”.

Pero hay algo que me ha llamado la atención y está relacionado con todo lo que acabo de decir. No es algo que destaque por encima del resto de palabras que nos escribimos, pero que entronca con la presentación que hiciste de Con la vida a cuestas y cuya grabación de audio colgaste en tu blog. Alguien te dijo en tono de broma que, más o menos, esperaba que tu siguiente novela no sucediera en un entorno de bosques y montañas, pequeños pueblecitos y demás. Que tal vez deberías animarte por una gran ciudad como, por ejemplo, Nueva York. En una de las cartas (en concreto, la del 10 de septiembre de 2014), me decías: “Creo que escribir sobre lo que uno conoce facilita que el relato logre credibilidad. Escribiendo El viaje de Pau me sentía muy a gusto porque todos los lugares donde se desarrolla la acción me son familiares. Como autor, sentía que dominaba el escenario. Con la novela que estoy ahora no ocurre igual, pero ello no es impedimento para conseguir una buena historia. Escribir sobre lo que uno domina ayuda, digamos que te ahorra buena parte del trabajo previo de documentación, y opino que para una primera novela es incluso recomendable (a mí por lo menos me ayudó)”. Y yo te digo: para nada considero que tengas que cambiar tu punto de mira. En mi opinión, cambiar de rumbo, es un esfuerzo que tal vez te conduzca a más decepciones que alegrías.

Sé que te estás planteando escribir una historia policíaca. ¿Hay algún inconveniente en que ese asesinato transcurra en un pueblecito del Pirineo? ¿Haría peor tu historia que esos personajes secundarios fueran muy parecidos a los de tus anteriores novelas? Para mí la respuesta es un rotundo no. Entre otras cosas porque ya dominas esos entornos y esos personajes, y lo que le daría un valor añadido es que te estás enfrentando a un género donde las reglas son distintas y donde tus personajes terminarán ganando matices diferentes (sin ir más lejos todos serán sospechosos de asesinato y, por lo menos uno de ellos, deberá ser el asesino) y donde el entorno ganará también un contraste especial. Tu dominio de los escenarios y los personajes te permitirá centrar tus esfuerzos en otros elementos, por ejemplo, la evolución del caso, las pistas, etc, y muy probablemente aquello que dominas lo harás mejor.

Está claro que como autor puedes elegir qué hacer, y es estimulante asumir retos cuando mayores mejor. Pero si eso no te lleva a sentirte cómodo con tus personajes o entorno, el proceso de escritura quizá te sea más complicado y decepcionante. Quizá el resultado pueda sorprenderte, es verdad. Puede que descubras que el desafío te ha hecho mejor escritor o has descubierto cosas que no sabías de tu propia escritura. Y puede que los lectores también agradezcan un cambio así en tu evolución. Yo pienso otra cosa, pero todavía poco sé de qué es lo que quieres escribir. Mi experiencia me ha llevado a opinar que uno debe centrarse en lo que mejor sabe, aunque pueda parecernos que no hacemos más que decir lo mismo. Las biografías literarias de la mayor parte de escritores se sintetizan en muy pocas líneas. Por ejemplo:

“Gran conocedor de la fauna y flora de su entorno geográfico, apasionado de la caza y del mundo rural, supo plasmar en sus obras todo lo relativo a Castilla y a la caza”. De Miguel Delibes (Wikipedia)

“Publicó un sinnúmero de relatos en revistas y periódicos, incluyendo el New Yorker y Esquire, que en su mayoría narran la vida de obreros y gente de las clases desfavorecidas de la sociedad estadounidense”. De Raymond Carver (Wikipedia)

“Acerca de su obra, afirma que su objetivo como escritor de ficción es retratar a la sociedad contemporánea de acuerdo al realismo, siguiendo la tradición literaria de John Steinbeck, Charles Dickens, y Emile Zola, usando técnicas adoptadas del periodismo”. De Tom Wolfe (Wikipedia)

Es verdad que retratar una sociedad o un entorno es francamente complicado pero, al final, estamos hablando de personajes y lugares comunes dentro de la narrativa de un autor determinado. Es un dar vueltas sobre lo mismo pero aportando el interés por una historia interesante y bien escrita que es algo ya de por sí harto complicado.

Así que estaría bien que como autores busquemos la forma de definirnos en unas pocas líneas. Eso es algo que salvó a Bradbury y le llevó a ser el escritor que fue: descubrir sobre qué quería escribir. Yo no sé cómo me definiría, pero un día tengo que intentarlo. ¿Eres capaz de hacerlo tú? Aquí queda lanzada mi pregunta. 😉

“Vender libros es secundario, y aunque entonces quería creerlo pero en el fondo me costaba asumirlo, tener clara esa premisa es fundamental para seguir avanzando con la mente libre de interferencias”.

Esto me decías también hace unas semanas y no puedo estar más de acuerdo. Hay que tener un objetivo y ese no deja de ser completar un libro del que uno se sienta orgulloso. Lo demás no tiene importancia, de verdad. Y es precisamente porque, muchas veces, estar pendiente de posibles ventas, editores interesados, lectores, críticas, etc, suponen ese tipo de “interferencias” que hacen de por sí más complicada la vida del escritor. Uno tiene que sentirse feliz con lo que hace y, como en mi caso, si encima estoy en paro, por lo menos mi objetivo debe ser pasármelo bien cuando dedico tantas horas a teclear. Eso es algo que, además, se notará en la calidad de lo que se escriba. Pero si ni siquiera hay que pensar en esto.

El mercado editorial, es cierto, está saturado y por eso últimamente me planteo la opción de toda la vida: buscar editoriales que puedan interesarse en mi trabajo. No se trata de que yo no crea que la autoedición no sea el futuro o que los libros de los autores indies tengan una calidad menor. Yo me siento muy cómodo dentro de la cartera de autores buscavidas. Es la conclusión a la que has llegado y de la que me hablas también. En mi caso, además, la economía no me permite realizar tiradas de libros autoeditados. Así que prefiero llevarme un porcentaje pequeño de royalties si el resto de dinero cae en manos de una editorial que cree firmemente en mi trabajo y, aun teniendo una cartera de escritores grande, dedica los mismos esfuerzos en vender mi libro. Tener esa idea en la cabeza me hace también concentrarme mucho más en escribir de la mejor forma posible. Por lo menos eso es lo que pienso ahora mismo.

No me queda más que darte la enhorabuena por todas esas ventas en Kobo y que tu nuevo libro comience a tener su lugar en un buen puñado de librerías, las cuales muchas veces son el único respaldo que tenemos los escritores independientes. Un autor en sus historias debe potenciar la credibilidad y, una vez puesto el punto y final, llega la hora de la visibilidad. En una estantería física eso es algo mucho más fácil, ¿verdad?

Ya espero con ganas tu próxima carta. ¡Un abrazo!

Toni.-

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5 comentarios sobre “Lunes, 20 de julio de 2015

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  1. Reblogueó esto en la recachay comentado:
    El amigo Toni Cifuentes plantea en su nueva carta una interesante pregunta: «¿Cómo te definirías como autor?» Es complicado definirse claramente porque supongo que todos queremos huir del encasillamiento, pero es verdad que hay características comunes en todas (o al menos buena parte de)las obras de cada autor. Voy a pensar sobre ello y contesto en la siguiente carta.
    ¿Y vosotros? ¿Cómo os definiríais?

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