Ejercicio literario: transformar «La metamorfosis»

«Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto».

Metamorfosis

Así empieza una de las obras más angustiosas de la literatura. Pero, ¿qué pasaría si un grupo de humanos transmutaran las primeras 568 palabras de la obra maestra de Kafka manteniendo los mismos verbos y nombres propios, así como el mismo número de frases y palabras? ¿En qué se convertiría Gregorio Samsa? Un pequeño grupo de autores hemos pretendido dar respuesta a esta cuestión. Pronto Insectos Comunes tendrá página web y, supongo, editará estos pasatiempos en una revista. Cualquiera que lo desee, puede unirse a nosotros. Solamente se han de tener ganas de pasarlo bien escribiendo y/o dibujando.

En mi variación he entendido la metamorfosis como el cambio de la niñez al mundo adulto y he optado por un tono humorístico. Gregorio vive la pubertad y su incipiente sexualidad homosexual y se encuentra con que sus padres han decidido que ya es hora de ponerse a trabajar.

Una mañana, tras horas de lectura, Gregorio Samsa se despertó convertido en un vendedor de enciclopedias. Estaba echado de espaldas sobre un montón de diccionarios y, al alzar la cabeza, vio colecciones de biología e historia universal, surcados por franjas de colores en sus lomos de piel, a causa de los cuales no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosos folios, penosamente pegados, se agitaban sin concierto a causa del aire que entraba por la ventana entreabierta.

—¿Tengo que vender todo esto?

No estaba alucinando. Su habitación, una habitación normal, aunque muy pequeña y con póster de Rubén Darío, Espronceda y Machado repartidos por todas partes, tenía el aspecto habitual. Sobre la mesa había desparramado una libreta llena de rimas —Samsa era poeta—, y de la pared colgaba una página de un periódico local recientemente recortada y puesta en un marco dorado. La estampa mostraba su foto, envuelto en una camisa gris y chaqueta deshilachada, y que, muy erguido y sonriente, esgrimía un librito de poemas, que medio ocultaba su antebrazo.

Gregorio miró hacia afuera; estaba lloviendo, y sobre los pétalos de sus  petunias y lilas se deslizaban las gotas, lo que le hizo sentir el deseo de escribir un soneto.

«Bueno —pensó—; ¿y si siguiese durmiendo y me olvidase de todas estas enciclopedias?». Pero no era posible, pues Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y un grueso volumen de sinónimos y antónimos no le permitía adoptar tal postura. Por más que se esforzara volvía a quedar de espaldas. Intentó en vano esta operación numerosas veces; cerró los ojos para no tener que ver aquella confusa agitación de páginas, que no cesó hasta que notó un dolor punzante.

—¡Me estoy clavando el tercer volumen de la Británica! —se dijo—. ¿Y este libro de viajes roto? Mamá quiere que trabaje, por no hablar de padre: están pendientes de mi futuro y este cambio, que yo no llegué a pedir, no tenía cabida en mis deseos. ¡A la mierda!

Sintió en los testículos una picazón. Lentamente, se estiró el escroto en dirección a la ventana, para poder alzar mejor el pene. Vio que lo que le picaba estaba cubierto de pelusilla blanca y de algunos pelos negros y largos. Intentó rascarse con una mano; pero tuvo que retirarla inmediatamente, pues el roce le producía cosquillas.

—Estoy entrando en la pubertad —se dijo—. Esto no era lo que pedí a papá y mamá antes de dormirme. Hay poetas que viven en  mi cabeza y… Cuando regreso de leerlos en la escuela y de anotar sus versos, me los encuentro desayunando sentados en mis pensamientos. Si yo, con las ansias que tengo de convertirme en famoso, hice de mi anhelo una despedida de mi vida pasada… Lo cual, probablemente, sería lo mejor que me podría pasar. Si no fuese por mis testículos, hubiese marchado entre amapolas desnudo. Hubiera ido a ver a mi amante secreto y le habría dicho lo que pienso. Se caería de la mesa al verme, aun sentado, hablándole a los alumnos de la escuela, como soy yo, y me acercaría mucho a él, pero ahora… ¡Todavía no está perdido! En cuanto haya vendido todos estos diccionarios, le pagaré un viaje a las Bermudas y oirá mi ditirambo. Bueno; por ahora, lo que tengo que hacer es levantarme, que se me sale el pene.

Lee las contribuciones de otros compañeros:

La transmutación, por la LaRataGris.

Reescribiendo la metamorfosis, por Benjamín Recacha.

Reescribiendo la metamorfosis de Franz Kafka, por Manu LF

Gregorio Samsa, un sicario, por José Bocanegra

El estancamiento: de cómo un hombre se convirtió en garrapata, por Esther

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9 comentarios sobre “Ejercicio literario: transformar «La metamorfosis»

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      1. Acabamos de empezar. Este es el primer reto literario. Nos dimos unas dos semanas, pero no hay presiones de ningún tipo. Son cosas muy cortas. Ahora estamos planteando la posibilidad de escribir una sinopsis de 570 palabras de un libro imposible. Apúntate. Si luego no tienes tiempo, no pasa nada. 😉

  1. Increíblemente bien hecho. Y muy divertida la imagen, por cierto. Le diste un buen giro de tuerca.
    Que gusto que se hayan propuesto hacer un proyecto de esa naturaleza. Yo también estoy en uno, https://eljardinblanco.wordpress.com/ . Ahorita estamos haciendo tributos a Asimov, Dick y Bradbury, y no imaginas cómo nos divertimos.

    Un gusto leerte y espero poder hacerlo más a menudo. La risa me viene bien entre tantos escritos serios >.<

    1. Muchas gracias, Daniel. Me alegro de que te haya gustado. Hay que pasarlo bien escribiendo y el humor nunca está de más. No siempre lo consigo, ni pasármelo bien ni sacar humor en mis historias, cuando precisamente lo último es lo que me hace disfrutar a la hora de teclear. No hay que tomarse tan en serio esto de escribir, pero tampoco tomárselo a la ligera. Como te digo en tu blog, siempre podemos hacer colaboraciones unos y otros. Nosotros acabamos de comenzar. Un saluo.

      1. Curiosamente mis textos más cínicos son los que más me gusta escribir (los otros me alivian el espíritu), porque es no parar de reír mientras lo escribo, así que te entiendo 😛 eso sí, a veces a uno se le sale de las manos, el texto se va para otro lado y se pone más serio el asunto. Qué remedio. Un saludo, Toni =)

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